Por Eduardo Verona
Crece Independiente como equipo. Lanús volvió a comprobarlo
en la Copa Sudamericana. El concepto colectivo que reivindica el entrenador
Gabriel Milito tiene puntos de contacto con la actualidad futbolística que
denuncia el Rojo. Allí, precisamente, radica la principal fortaleza que hoy
puede mostrar el equipo.
Independiente: un equipo que crece
"Colectivamente estuvimos bien", declaró Gabriel
Milito a pocos minutos del cierre del partido. La frase parece trivial. O
políticamente correcta y nada más. Pero no lo es. Esa virtud que destacó el
entrenador de Independiente después del 1-0 frente a Lanús por la Copa
Sudamericana, quizás expresa el paulatino crecimiento que viene experimentando
el equipo.
No porque Independiente más allá de conquistar su cuarto triunfo
consecutivo (convirtió 6 goles y no le anotaron ninguno) después de la derrota
ante Defensa y Justicia por la Copa Argentina haya puesto en marcha una
maquinaria futbolística estupenda.
Pero se advierte algo que puede definirse en un concepto: es
cierta fortaleza colectiva para afrontar los partidos. Esa fortaleza que
insinúa y que deja ver a favor de algunas señales que no deben subestimarse,
seguramente es producto de los buenos resultados que está cosechando y además
de una presencia que revela una solidaridad elogiable para cubrir la cancha y
condicionar las respuestas y virtudes potenciales de los adversarios.
La realidad es que crece Independiente. Porque crece el
equipo. Y cuando nos referimos al equipo no es una apreciación irrelevante. Es
el equipo que sostiene esta actualidad de Independiente. Porque se advierte una
actitud muy generosa de todos para bancar las dificultades que ofrece cualquier
rival y cualquier desarrollo.
Por eso no parece una casualidad que en los últimos 4
encuentros no le convirtieran goles. Ni que el arquero uruguayo Campaña
(sobrio, seguro, eficiente y confiable) no tenga que erigirse en figura para
sostener el cero. El equipo defiende bien. Y el equipo defiende bien porque la
participación es colectiva. Desde la presión que ejercen sobre la salida rival
Benítez (mostró signos de recuperación ante Lanús, por encima del buen gol que
anotó con un derechazo preciso y potente), Vera, Rigoni y hasta el pibe Barco,
siempre activo para tapar lo que Lanús pretendía elaborar desde el fondo con
todas las dificultades insalvables que no logró evitar.
Barco (le falta fortalecerse más físicamente y lo va a ir
logrando con los partidos) se perfiló como un ejemplo valioso a la hora de
jugar sin la pelota, aunque su fuerte, naturalmente, es cuando entra en
contacto con la pelota. Sin ella, sin embargo, no miró el paisaje. Se
comprometió. Y en muchas oportunidades fue a presionar bien arriba para
provocar el error en la entrega. Y lo consiguió.
En esos movimientos de Barco sin la pelota, se manifestó la
convicción que está alumbrando al equipo. Que está directamente relacionada con
el auxilio permanente a un compañero. Con la colaboración efectiva. No con
mirar el partido. Con participar. Con ir y volver.
Este es, precisamente, el mayor logro parcial de este
Independiente que conduce Milito. No se para el equipo. No se quiebra. No se
atomiza. No regala espacios. Aún poniendo en la cancha a 4 jugadores con alma
de delanteros como Benítez, Vera, Rigoni y Barco. Ellos van pero también vuelven.
Lo hicieron frente a Lanús y expusieron la impotencia del equipo que dirige
Jorge Almirón, sin posibilidades de construir algo valioso en ataque.
El mérito indiscutible de Independiente no puede ocultarse.
Ni con 11 jugadores ni con 10 luego de la expulsión en el segundo tiempo de
Toledo. Lo que no significa que su producción haya sido brillante ni mucho
menos. El déficit sigue estando en función ofensiva. Le falta más elaboración
en esa zona. Más juego.
Hay que considerar que el aporte del Cebolla Rodríguez es
demasiado errático. Son más los partidos que está afuera que los que está
adentro de la cancha. Las lesiones sucesivas lo persiguen sin pausa. No hay que
perder de vista que Barco recién arrancó. Y que su evolución está en marcha.
Pero lejos está de consolidarse, aunque brinde respuestas futbolísticas muy
interesantes, como la que protagonizó en el contraataque fulminante que derivó
en el gol de Benítez, cuando abrió a la izquierda y al espacio para que la
velocidad siempre superadora de Rigoni meta el centro.
Parece ir armándose Independiente de atrás hacia adelante.
Con Figal y Cuesta haciéndose muy fuertes y potentes como centrales. Con Toledo cometiendo los
errores de siempre y con Tagliafico en el otro lateral, ya definitivamente
afirmado. Como el volante de corte Diego Rodríguez y Ortiz, de destacadísima
labor ante Lanús en la recuperación y en la progresión de la jugada.
Lo que queda como saldo a favor de Independiente es, sobre
todo, el concepto colectivo. Allí radica lo que, sin ninguna duda, Milito
reivindica. Es el valor del equipo. Sin brillos. Sin flores. Sin tirar manteca
al techo. Y hasta sin jugar como le gustaría a Milito que jugara su equipo en
relación a sus ideales. A los ideales que, en definitiva, suele expresar desde
que asumió como entrenador del club.
Lo evidente es que el equipo sigue dando pasos positivos que
hablan de una evolución. Como si se estuviera convenciendo de algo valioso. Y
mientras tanto gana. Habrá que ver como continúa. Y si esa fortaleza incipiente
que muestra la puede seguir conservando.
Fuente Diario Popular

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