Ezequiel Barco, la nueva joyita de Independiente, rompe el
molde de los jugadores dinámicos. Lo suyo es el desequilibrio a través de la
habilidad innata.
La página de Barco en Olé.
Por Ariel Senosiain
Las Inferiores últimamente entregan más jugadores de
despliegue que de habilidad. Europa compra dinámica. Y allá van los nuestros.
Pero cada tanto uno rompe el molde.
A veces alguien deslumbra con algo atípico.
Ezequiel Barco tiene una virtud que escasea: la gambeta. Le
brota, la intenta apenas le llega la pelota. Es un enganche con más
desequilibrio individual que conducción. No se trata de un jugador cerebral
(más que escasear, esa condición prácticamente no existe). Puede dar un pase
contra una línea de presión rival, pero ante todo la puede perforar.
Lo suyo es la gambeta de la habilidad, no la gambeta larga
de velocidad, como la de Pavón, de Boca. Recibe perfilado, con lo que ya gana
un segundo clave. Por físico (mide 1,67), le costaría recibir de espaldas; por
eso se las ingenia para entrar en juego de frente.
Parece dividir la posición de la pelota: es su confianza
para sacarse de encima al rival cuando lo tiene cerca. Rápido, llega a
puntearla antes de que lo traben y puede salir para los dos costados; la
consecuencia que se repite es el foul. Siempre es preferible que jugadores así
se muevan cerca del área.
En el 4-3-3 de Independiente, tiende a ser uno de los
volantes que juegan unos metros a los costados de Diego Rodríguez. Experimentar
esa posición le va a mejorar dónde pedirla, sobre todo a espaldas de los medios
rivales. Lo moderno es lo antiguo en el fútbol: el volante interno es una nueva
terminología del clásico 8 de llegada, con más método en su aprendizaje. Los
movimientos ensayados, no tanto la inventiva, generan la evolución del jugador.
Se lo nota obediente en lo táctico a Barco. Y eso lo lleva a
esforzarse más para ayudar en la recuperación que para ofrecerse como pase.
Deberá estar presente con más continuidad en el final de las jugadas.
Hay causas (no azar) para que Gabriel Milito haya sido su
primer técnico en Primera. Fue quien decidió promoverlo; otros hubiesen
preferido otro tipo de jugador. Milito lleva en los genes querer mejorar
futbolistas. Lo mejor que le puede pasar a un diamante. A un jugador que
necesita una última etapa formativa sin perder su costado silvestre.
Fuente Olé

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