Por Gustavo Grabia
El fútbol es de capital importancia en nuestro país. Tanto
que los distintos gobiernos que se sucedieron desde la dictadura del 76 en
adelante, lo intentaron manipular en su beneficio. Por ello no hubo control
estatal ni judicial sobre el mundo de la redonda. Cada vez que se insinuaba una
investigación, el poder de extorsión que se ejercía desde Viamonte obraba como
disuasivo. Pero la forma en que dilapidaron los fondos recibidos en el último
tiempo parece haber llegado a una situación de hastío. Que se manifiesta hoy
más que nunca cuando los dirigentes amenazan con no empezar los torneos sin
reparar en cuestiones elementales que hacen a su propia responsabilidad en este
caos económico en que están sumidos.
Por un lado, la operatoria de recibir cheques posdatados que
cambiaban en financieras amigas dejando en el camino hasta un 40% de sus
ingresos genuinos. Por otro, los exorbitantes gastos en su presupuesto que
exceden por mucho el dinero que reciben. Y por último, la propia decisión de discontinuar
el contrato con Fútbol para Todos a partir de 2017. El reclamo por la venta de
los derechos televisivos en 2.500 millones tiene sentido si se amplía hasta fin
del torneo 16/17. Ahí corresponde un ajuste. Caso contrario, parece un
sinsentido que consigan otro aumento de 40% al ya recibido del 30% para este
año, cuando la población pelea con paritarias que arañan el 35%, muy por debajo
de la inflación. Encima los propios clubes que le deben 960 millones a la AFA
siguen incorporando jugadores como si la fiesta aún estuviera en su máximo
esplendor y pretendiendo que los excesos, al final de la noche, los pague el
Estado. Es decir, todos nosotros, una vez más.
Fuente Olé
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