Al no proyectarse los laterales, obligan a que se abra uno
de los puntas; y así Vera sale de su mejor zona de influencia.
Por
Christian Leblebidjian
Independiente pasó de ser uno de los principales candidatos
a ganar el título en 2016 a ser un equipo tibio, inconcluso, que antes de
quedarse lejos en la tabla se apartó del juego que supo edificar a fines de
2015. Ese equipo de Mauricio Pellegrino que estuvo a milímetros (derechazo
cruzado de Cuesta) de clasificarse a la Copa Libertadores eliminando nada menos
que a Racing en el Cilindro, tenía todo para potenciar sus expectativas para el
actual Torneo Transición. Pero, lejos de perfeccionarse, terminó desinflado
hasta en los puntos que más lo fortalecían.
Hay atenuantes en la campaña que exceden en algún punto al
técnico: la columna vertebral no lo ayudó a potenciar lo adyacente: Diego
Rodríguez (perdió el puesto con Campaña), Pellerano (fue más noticia por las
declaraciones previo al choque con Racing que por sostenerse con regularidad),
Méndez (se derrumbó futbolísticamente), Cebolla Rodríguez (vivió más lesionado
que dentro del campo) y Vera (el mejor jugador del plantel, también estuvo más
afuera que adentro desde aquél episodio con la cuna). Ahí se encuentra una de
las razones por las que, el equipo, no tuvo solidez ofensiva.
Pero además hay otros factores: para un equipo como
Independiente, que en el ciclo Pellegrino (y como le gusta al DT) trata de
generar superioridad numérica por las bandas, con triangulaciones y llegadas
por sorpresa, le faltó que Toledo y Tagliafico se involucraran más en los
ataques. A los laterales les costó soltarse con más decisión y no sólo
"estar" en campo rival, sino además ser una real alternativa de
descarga para profundizar los avances. Tuvieron apariciones, sí, pero más a
partir de chispazos, como el gol de Tagliafico a Banfield, que un
funcionamiento sostenido. A partir de ellos se explica que, más allá de jugar
4-2-3-1 o 4-4-2 (los sistemas más utilizados por Pellegrino), los avances
fueron casi siempre en inferioridad numérica. En la chance que tuvo Rigoni de
cabeza respaldó tibiamente Toledo y Tagliafico sumó un anticipo ofensivo en el
primer tiempo, pero poco y nada.
Otro ataque en donde los medios y Vera no reciben el
respaldo de Toledo y Tagliafico.
El técnico trató de manejar la frustrada venta de Martín
Benítez incluso desde lo humano, pero desde lo posicional lo corrió de donde el
media punta había encontrado su mejor versión: como "falso 10",
arrancando por delante del doble 5 y por detrás del 9. Acelerando por los
carriles centrales (o corriéndose de la izquierda al medio) fue donde más
desequilibró, aportando en la campaña de 2015 -con gambetas y remates desde
afuera- 7 goles y 5 asistencias. En 2016 apenas anotó un gol y aportó un solo
pase gol.
La llegada de Denis fue más una piedra para el zapato para Pellegrino
que un refuerzo. El quería un lateral derecho, pero llegó otro 9. Muchas veces
la presencia de Denis lo condicionó a jugar con dos puntas, cuando él prefiere
hacerlo con una sola referencia de área. El DT contó con un abanico amplio de
delanteros, pero... sin funcionamiento no hay potenciales goleadores.
Independiente se ve frustrado porque se quedó sin frescura,
sin inventiva en los metros finales, más allá de las intenciones de Leandro
Fernández , capaz de sorprender hasta a sus propios compañeros en la toma de
decisiones, pero el equipo perdió hasta lo mecanizado: los movimientos que tan
bien aplicó en 2015 y lo llevaron a ser un equipo ordenado hasta para atacar y
desequilibrar. Ese equipo tenía "entendimiento", todos sabían qué rol
debían cumplir para generar un ataque respaldado y convertir.
"De los 13 partidos, Pellegrino en 7 jugó 4-2-3-1; en 5 lo
hizo 4-4-2 y en uno sólo arrancó con el sistema 4-3-1-2 (con Benítez junto con
Leandro Fernández y Denis). Fue ante Racing (1-1), por la 4ª fecha".
Defensivamente, en 2016 no le generaron mucho (un equipo
como el Ciclón llegó apenas 4 veces y en el torneo tiene un promedio de
situaciones en contra de 4,6), pero el problema está en la elaboración, en el
ataque: ya ni las triangulaciones por afuera lo hacen agresivo ante los arcos
rivales, aunque sí hay algo que mantuvo el equipo del sello Pellegrino de 2015:
los remates por partido, generando un promedio de 9,9. Eso sí: la eficacia
bajó: apenas un promedio de 4,6 de ellos fueron a los arcos; el resto,
desviados. En los últimos diez partidos de 2015, Independiente había conseguido
un promedio de 12,5 remates (6,4 de ellos con dirección al arco).
La falta de elaboración se nota en que en el actual
certamen, hizo casi la misma cantidad de goles de pelota parada (5) que de
jugadas colectivas (6).
En carácter también las cuentas le dan en rojo: así como en
2015 en los cruces importantes o en los clásicos falló más de lo que acertó, en
la final del sábado con San Lorenzo había arrancado bien (con una superioridad
de seis llegadas contra una), pero en la segunda etapa, ante la primera
adversidad (el gol de Blandi, a los dos minutos), frenó el empuje, trastabilló
y ya no pudo ponerse de pie.
Fuente Cancha Llena
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