Por Eduardo Verona
El presente del entrenador de Lanús, Jorge Almirón, es
estupendo. Su equipo gana y juega bien. Lo que precipita a que viejos y nuevos
oportunistas afirmen que en Independiente no lo esperaron. Es falso. Lo
esperaron. Pero el equipo nunca arrancó.
La división entre técnicos de clubes
chicos y medianos y técnicos de clubes grandes.
El brillante momento de Lanús, puntero en su zona con 5
triunfos y un empate, 10 goles a favor, 3 en contra y un estupendo nivel de
fútbol, le permitieron a Jorge Almirón ser reivindicado como un entrenador
valioso, después de su desvinculación de Independiente el 24 de mayo de 2015,
luego de perder 1-0 ante Racing.
Los buenos resultados y los buenos contenidos futbolísticos
que viene denunciando Lanús, hicieron sonar las sirenas que siempre van de la
mano con el triunfo. Y Almirón, de la noche a la mañana pasó a ser considerado
por el ambiente como un incomprendido que la gente de Independiente, en su
momento, no supo valorar.
Estas viejas y nuevas lecturas siempre oportunistas pecan de
una debilidad manifiesta: son grandes simplificaciones.
En Independiente,
Almirón no fue un incomprendido. La realidad es que nunca (ni aún en el primer
campeonato que dirigió cuando sumó 33 puntos) encontró regularidad en los
rendimientos ni en el plano central de cualquier técnico, que es el
funcionamiento.
Es más: Independiente padeció y se expuso a sufrir goleadas por
falta de funcionamiento. Ya en el 2015, esa debilidad se llevó puesto al
equipo.
Y por supuesto también a Almirón. Los números que lo acompañaron
durante sus 10 meses de gestión en el Rojo expresaron una medianía: 35 partidos
(entre torneo y Copa Argentina), 14 victorias, 11 empates, 10 derrotas, 51
goles a favor y la friolera de 46 en contra.
En este arranque formidable de Lanús, Almirón parece haber
encontrado los tiempos y los silencios que necesitaba.
Porque no es lo mismo
conducir a un club grande que a un club que no califica en la misma dimensión.
Son distintas las presiones, las expectativas propias y ajenas y las
obligaciones que internalizan los planteles. Y son distintos también los
microclimas periodísticos que se van gestando.
El mismo Almirón explicó estas diferencias en una entrevista
que concedió al diario La Nación el 13 de enero de este año.
Y comentó:
"Todos los clubes son diferentes por las exigencias y el contexto. En
Godoy Cruz llegué en una situación complicada con el promedio y terminamos
segundos (junto con Boca y Estudiantes) y el equipo jugó muy bien. Fue un
proceso de corrección y de generar confianza en el plantel, sin presión de la
dirigencia ni visitas a los entrenamientos.
En un club grande es distinto
porque cada jugada es analizada y cuando el resultado no se da, las críticas
son severas. Esto lo siente el entrenador y también los jugadores. Son equipos
en los que no alcanza con jugar bien, sino que mentalmente hay que estar muy
fuerte y preparado para aceptar la presión que genera esa exposición. Por eso
mi paso por Independiente fue lo más fuerte".
¿Qué dejó instalado hace casi dos meses Almirón con esas
palabras?
Algo que precisamente también cae sobre las espaldas de los
principales protagonistas que son los jugadores. Es una división entre
jugadores para clubes chicos o medianos y jugadores para clubes grandes.
Puede
ser calificada como arbitraria esta división, pero existe. Y existió siempre,
aunque suene antipático confirmarlo. Y los jugadores mucho más en privado que
en público lo admiten.
Con los técnicos ocurre lo mismo. Hay técnicos para clubes
chicos y medianos (como Caruso Lombardi y Gustavo Alfaro, por citar dos casos)
y hay técnicos para clubes grandes.
No es igual dirigir a Godoy Cruz que
dirigir a Independiente.
No es igual dirigir a Tigre que dirigir a Boca. No es
igual dirigir a Arsenal que dirigir a San Lorenzo o Racing.
Como no es igual
vestir la camiseta de un club que vestir la camiseta de la Selección nacional.
Cambian las exigencias y se modifican notablemente las presiones y la
exposición, como bien interpretó Almirón.
Al actual entrenador de Lanús le soplan por estos días
vientos mediáticos que hoy lo reivindican. Y no faltará casi nada para que
aparezcan no pocas voces que sostengan que en Independiente sus hinchas y
dirigentes no supieron esperarlo. Es falso. Lo esperaron. Pero el equipo se
venía en banda.
Le sienta mejor a Almirón un club menos atrapado por las
urgencias como es Lanús. O como lo fue Godoy Cruz, a pesar de estar muy
amenazado por el descenso cuando asumió Almirón.
Los clubes grandes demandan respuestas grandes en todos los
planos, aunque en muchísimas oportunidades las respuestas son pequeñas o
insuficientes en relación a esas exigencias.
Y quedan en evidencia.
Las
respuestas grandes en clubes grandes fueron, por ejemplo, las de Manuel
Giudice, el brasileño Osvaldo Brandao y el Pato Pastoriza en Independiente.
Las
de Angel Labruna, Ramón Díaz y Marcelo Gallardo en River.
Las de Juan Carlos
Lorenzo y Carlos Bianchi en Boca.
Las del brasileño Tim y Juan Carlos Lorenzo
en el Ciclón.
Las de Juan José Pizzuti y Alfio Basile en Racing.
Almirón, por lo que se advierte, está muy a gusto en Lanús.
Como bien dijo en la entrevista del 13 de enero: "Todos los clubes son
distintos por las exigencias y el contexto. En un club grande cuando el
resultado no se da, las críticas son severas. Esto lo siente el entrenador y
también los jugadores".
Bastaría agregar: A confesión de partes relevo de
pruebas.
Fuente Diario Popular



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