Montenegro encabeza la triste salida de Independiente.
Por Ariel Cristófalo
Rolfi Montenegro tuvo tres claritas para el Rojo: un
remate al travesaño en el arranque del segundo tiempo, un tiro libre que atajó
el arquero y un cabezazo que no entró de milagro. Sólo pudo hacer un gol en el
torneo...
Aplausos. Se va el Rolfi Montenegro de la cancha de
Independiente, cuando ya casi no queda gente en el playón. Pero los que están,
sí, aplauden. Aplauden porque el 10 fue de lo mejor del Rojo ayer. Aplauden
porque, incluso en el medio del drama de números con coma, incluso después de
un empate que hoy puede ser derrota si gana Argentinos, el Rolfi lo mereció.
Ese reconocimiento fue porque ayer, con Estudiantes, el
Rolfi fue el que Independiente buscó en el mercado de pases. Los pergaminos
esta vez se desenrollaron. El capitán no fue sólo una cinta, la alegoría
también pesaba en la cancha. Fue el capitán en serio. Y, más adelantado que en
otros partidos, se soltó. “Rolfi estaba suelto, casi como un punta. Al estar
más cerca del arco tiene más chances y de hecho tuvo algunas de media
distancia”, elogió Brindisi. Sí, a diferencia de su bajo nivel en los últimos
encuentros, fue el mejor.
Si el Rojo ayer pudo haber ganado el partido que murió
en cero, fue básicamente por él. Por ese tiro libre preciso que se iba a clavar
al lado de un palo pero que sacó muy bien el arquerito Rulli. Por ese cabezazo
en el área chica que iba a ser indefectiblemente el gol del triunfo si no
rebotaba (en la mano) del Chavo Desábato. Por ese chutazo a un millón de metros
del área que bajó de golpe a lo Cristiano Ronaldo y que le pegó un tucumanazo
al travesaño. Fue ese tiro de lejos del Rolfi que refrendó el copyright. Sólo
que esta vez pegó en el caño y salió. Sólo que esta vez la suerte viene
chanfleada.
Que, esta vez, fue “uhhh” y no “goool”. Pero hubo un
sonido que no cambió de ayer a hoy: clap, clap, clap. Aplausos.
Fuente Ole
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