lunes, 15 de abril de 2013

Diego Latorre - La cabeza no es Independiente





Ilustró rrrojo - Fuente de imágen web

El equipo sufre la psicosis de los promedios. El juego está en un segundo plano ante tanto temor y el fatalismo latente.


Hay un concepto de Dante Panzeri muy oportuno para el momento de Independiente; incluso los que pierden entran a la cancha con la conciencia de la victoria.

Sin embargo, muchas veces, la sugestión y el temor a la derrota resultan determinantes.

A un equipo lo definen factores como la táctica, la estrategia o bien las contingencias del juego... Pero es principalmente la cabeza la que gobierna las tendencias grupales.

Sin una cabeza fuerte un equipo resulta permeable. Termina siendo más propenso a subir con viento a favor y a caer con viento en contra. Ver el partido frente a Unión para entender de qué se trata.

La mayor dificultad de Independiente es interna. Es la propia psicología del equipo. Y es esa palabra molesta como omnipresente: el descenso.

Independiente tiene una trayectoria de grandísimas satisfacciones. Su historia está poblada de Copas. Por eso cada herida duele más.

Y cada mensaje de desesperación contribuye a rellenar la psicosis.

Bajar de categoría en el fútbol argentino se ha tornado algo cercano a la catástrofe.

No existe un manual para conducir en estos caminos movedizos. Hay equipos curtidos, que parecen más duros para asumir la presión de los promedios. Claro, no es el caso de Independiente.

El estilo, el sistema, la línea de tres, etcétera, son ahora detalles menores. En un contexto de extrema paridad, solamente desnivela la cabeza.

En muchos partidos, Independiente fue mejor que el rival. 

Pero perdió.

Hay algo que llama al fatalismo, que sobrevuela y empuja a la derrota...

Al sumergirnos en los hechos puntuales, se puede decir que no fueron casualidad los goles errados debajo del arco ni los penales desperdiciados.

Aunque también habría que preguntarse qué grado de eficacia tuvo Farías durante estos años o cuál había sido el verdadero nivel de Montenegro.

El momento pide un líder. Ante tanto ruido, el jugador queda desamparado.

El técnico que llegue por Gallego debe serenarse y de serenar al plantel.

Quizá deba aparecer un gran sociólogo más que un entrenador.

Alguien que sepa hablar, que le brinde paz al jugador. No es fácil. Una cosa es razonar desde el escritorio y otra es meterse en la piel de los que están adentro de la cancha.

En el fútbol resultan igual de peligrosos la autocomplacencia y el fatalismo. El jugador necesita equilibrio. No debe anticiparse a los hechos cuando todavía no sucedió nada.

En fin, Independiente tiene que enfocarse en el paso a paso. 

El desafío es pensar en la próxima acción. Porque es común mirar hacia el horizonte. Y el horizonte está muy lejos.

Pero el Rojo todavía está a tiempo de frenar este efecto cascada.



Fuente Olé

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