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Por Christian Leblebidjian
El panorama de Independiente es complicado en varios
aspectos. Desde los números, hace doce partidos que no gana. El último triunfo
fue ante Banfield (2-0), por la 12» fecha del Clausura y, a partir de allí,
cosechó cinco empates y siete derrotas. Apenas convirtió 6 goles y recibió 18.
En lo que va del Inicial, recién marcó un solo tanto y fue de pelota parada
ante Godoy Cruz: córner de Rosales y cabezazo de Tula. Pero la gran
preocupación de Américo Gallego (más allá de que se mostró optimista) es que el
equipo, desde el rendimiento individual y colectivo, es coherente con el lugar
que ocupa en la tabla. Juega mal tanto para defender como para atacar, entrega
dudas desde lo físico y, como es lógico, el factor anímico también decae.
El nuevo DT no puede hacer magia de un día para el otro.
No hubo cambios con Boca, por la Sud Americana, ni ante Godoy Cruz. El equipo
ofreció las mismas falencias que con Cristian Díaz. Por ahora, nadie asume el
rol de la conducción y no hay entendimiento entre los intérpretes ofensivos.
Por más que muchos tengan experiencia y hayan demostrado -en otros equipos y
con otros compañeros- condiciones. Por eso termina tirando pelotazos para
Farías o centros que terminan favoreciendo a las defensas rivales.
Desde el armado del plantel, sobre todo apostando a la
experiencia para afrontar las presiones de pelear por el descenso, hay
futbolistas para intentar algo bueno, aunque la edad es un arma de doble filo
por las lesiones. La seguidilla de bajas no es un buen indicio: ya se cayeron Zapata,
Santana, Vargas, Battión, Tula; Tuzzio terminó entre algodones, a Leguizamón no
se lo ve bien y Morel parece quedar siempre al borde de la expulsión.
Independiente carece de sociedades para atacar, pero uno
de los mayores problemas lo tiene en la defensa. No marca en ataque, no
anticipa a los posibles receptores. Y como el retroceso es lento, sufre mucho
en cada contra. No es casual que 5 de los 6 goles los recibió por esa vía.
Tampoco la línea de medios presiona a los lanzadores. El juvenil Villalba, al
margen de la mano del penal, causó una buena impresión; lo mismo Vidal, veloz y
potente en el uno contra uno. Monserrat puede ser alternativa. Son chicos que
Gallego puede mechar con los de experiencia. Pero, juegue quien juegue,
Independiente deberá aprender a ser un equipo más corto entre líneas.
A Gallego le gusta el sistema 4-3-2-1. Cuando salió
campeón con Independiente en 2002, formaba con Leo Díaz; Juan José Serrizuela,
Franco, Milito y Federico Domínguez; Toti Ríos o Pusineri, Castagno Suárez y
Guiñazú; Rolfi Montenegro e Insúa; Silvera.
Hoy, desde las características, ¿podría armar un equipo
similar? Quizás con Hilario Navarro; Russo, Tuzzio, Tula y Morel Rodríguez;
Santana o Vallés, Vargas y Ferreyra; Rosales y Mancuello; Farías.
No se trata de armarle el equipo al Tolo, sino de
intentar ver el fútbol a través de sus ojos, de acuerdo a sus pensamientos y
sin descuidar detalles que hacen a las alturas para las pelotas paradas ni el
equilibrio (y el complemento) que pueden generar entre la pausa de Rosales para
los piques de Mancuello, Santana, Vallés, Russo y Farías. Como en Unión,
Rosales fue más protagonista del último pase, de las asistencias para las
proyecciones de Montero y Jorge Velázquez (ahora en Belgrano), que de la
finalización de las jugadas. Si Santana o Vallés (o Monserrat) y Mancuello
pueden romper las estructuras rivales con diagonales hacia adentro o con
desbordes por las bandas, con la decisión de ellos y el respaldo de los
laterales, quizás la pelota no le llegue tan forzada a Farías.
2,6 es el promedio de remates al arco de Independiente en
el Inicial. En contra, en cambio, le llegan un promedio de 7,2.
Fuente Cancha Llena
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