VIVIMOS TIEMPOS vertiginosos. De precocidad y urgencia
supremas.
Los chicos quieren tener su teléfono móvil a los 9 años, el último
modelo de i-pad a los 10, ir a bailar a los 11, chatear a los 12 y ser gerentes
de una empresa a los 25.
Hay que acelerar, ir rápido. No importa hacia dónde ni
por qué, pero llegar cuanto antes. Vale la meta y no el camino.
Se ha perdido
el valor de la perseverancia y la paciencia, el mérito por conquistar un
objetivo. Ya casi no se disfruta el viaje porque hay que llegar cuanto antes a
destino.
El fútbol también entra en la bolsa. El concepto vale para
jugadores, técnicos y periodistas. Sin embargo, cada tanto, al fútbol se le
alteran los relojes.
En marzo del 2009, Alejandro Sabella tenía 54 años y una
carrera como DT que aún no sumaba ni una línea en su currículum.
Sí tenía más
de 15 temporadas como colaborador de Daniel Passarella, pero como entrenador
principal, cero. Cero a los 54 años, cuando la edad promedio del DT, al menos
en la Argentina, no llega a los 40. Te retirás y a las pocas semanas te sientan
en el banco. Esa parece ser la consigna.
-Yo arranqué el 15 de marzo del 2009 en Estudiantes. Me
llamaron para ofrecerme el cargo, lo hablé con Daniel (Passarella), que ya
estaba lanzado para ser presidente de River, y me dijo que le diera para
adelante y me deseó lo mejor. Ahí se abrió un camino que por suerte ha sido
bueno. Y acá estamos. Lógicamente que uno siempre es optimista, pero todo esto
que me ocurrió en los últimos años superó las previsiones.
-O sea que si Passarella no se hubiera dedicado a ser
presidente de River...
-Y... es muy probable que hoy seguiría siendo su ayudante,
es más que probable, salvo que me hubiese echado. Así que esa es una cosa más
que tengo que agradecerle a Daniel.
ALEJANDRO SABELLA no se preocupa por dar una respuesta
políticamente correcta, una frase con glamour. Sabe que los hechos se dieron
así y no lo oculta. Primero, la venia de su exjefe. Y después, los dos años y
medio como DT principal que le bastaron -quizás como una condensación perfecta
de toda una vida en el fútbol- para asumir en Estudiantes, levantar la
Libertadores a los tres meses, estar a dos minutos de conquistar el Mundial de
Clubes, pelear un torneo local hasta el final, ganar el siguiente, ser tentado
para dirigir la Selección y no poder dar el sí por su compromiso profesional, y
finalmente desembarcar en el predio de AFA en Ezeiza, desde donde se había
marchado hacía 13 años y adonde jamás imaginó que volvería alguna vez.
Se lo ve relajado en los sillones de Ezeiza, recuperando el
aliento de tres meses frenéticos en los que debió viajar a India y Bangladesh,
enfrentar por duplicado a Brasil y afrontar sus primeros cuatro compromisos
oficiales. La tensión superó todos los límites imaginables y alcanzó su clímax
en el entretiempo de Barranquilla. Argentina venía de perder con Venezuela y
empatar de local ante Bolivia (ambos resultados tristemente inéditos en
Eliminatorias), perdía 1-0 ante Colombia por un gol en contra en el instante
final de la etapa y tenía a un jugador roto en el vestuario. Un panorama
desolador por donde se lo mirara. Justo antes del tiro libre que terminó en gol
en contra, Sabella había girado su cabeza hacia un costado y vio a un
alcanzapelota rezando. Por dentro pensó en contrarrestarlo con las mismas
armas, pero la fe del caribeño pudo más. Después, pasó lo que pasó, a Messi por
fin le quedó una y Argentina dio vuelta el partido. Sabella volvió al país el
miércoles a la mañana y apagó el celular por dos días. Desapareció hasta del
radar de Coco Ventura, el jefe de prensa. Y uno no podía dejar de imaginarlo
bajo los efectos de una terapia antiestrés por 48 horas corridas.
-¿Necesitabas desaparecer un poco?
-Y sí, son días que se viven muy intensamente. Primero, la
observación de los jugadores y la conformación de la lista. Una vez que das la
lista, a rezar para que no se te lesionen los jugadores, porque a veces juegan
hasta 5 partidos entre que das la lista y se presentan acá. A mí me pasó ahora
con Di María y Banega, a quienes perdí, y con Agüero, a quien apenas pude usar.
Partimos de una situación ya estresante. De ahí, los dos partidos que son
seguidos. Jugás el primero y aunque debés hacer un análisis de lo que se hizo
bien y mal, tenés que cambiar enseguida porque se te viene el otro partido. Encima,
si en el primero no conseguís el resultado, la presión es muy grande. Por
suerte logramos un resultado muy bueno en Colombia. Te digo la verdad: ya en
Estudiantes me costaba muchísimo dormir después de los partidos. Acá ni te
digo. Terminan y sigo acelerado. Igual, aunque me desconecto del periodismo y
las notas, hay que seguir mirando partidos y jugadores del medio local.
SIEMPRE CON su pizarra y sus papeles. Suma 8 partidos: 4
triunfos, 2 empates y 2 derrotas.
-¿Te imaginabas esta presión o es mayor a la prevista?
-Y... la presión es grande. Somos una Selección con
historia, que viene de un tiempo importante sin lograr objetivos. Aparte, el
fútbol es cada vez una pasión más grande, que abarca más gente, y está el
sentido de la responsabilidad, también. Yo me considero una persona muy
responsable, que tengo que responder no solamente a quienes confiaron en mí y a
los jugadores, sino también a la inmensa cantidad de argentinos que son
fanáticos del fútbol.
-¿Tenés algún método para que no te supere la tensión?
-No voy a terapia, y no creo que pueda relajarme del todo.
Mi mujer me dice que a veces estoy en casa pero no estoy. Pienso en jugadores,
en partidos. Durante la noche me despierto una o dos veces, y siempre con el
fútbol en la cabeza. Es así, no se puede cambiar.
-¿Escuchás lo que se dice?
-Trato de aislarme un poco. Tengo que abrir los diarios todo
los días, mirar la televisión, internet e ir a las canchas para seguir
jugadores. Entonces, si además lo tengo que hacer para ver lo que dicen de mí,
no se puede. Un poco sí miro, porque escuchar la opinión de otros es bueno, y
he sido siempre de escuchar mucho, pero tampoco puedo estar obsesionado con lo
que dicen de mí porque no tendría tiempo. Se necesita un equilibrio para todo.
-Menotti fue duro, ¿te afectó?
-Eh... cada uno puede tener su opinión de fútbol. A mí no me
gusta hablar del trabajo de otros entrenadores, pero es una cuestión personal,
cada uno tiene su manera de pensar.
-Hasta aquí fue todo a las corridas, ahora vas a tener
tiempo para pensar...
-Sí, lógico, pero yo digo que vivo en un estado de vigilia
permanente. Un poquito podés relajarte. Un poquito, no un poco (levanta el dedo
para marcar la diferencia).
-¿Te llegaste a sentir en zona de riesgo después de Bolivia?
-Sabía que iba a tener mucha presión pero debía pensar en el
partido de Colombia, en tratar de equivocarme lo menos posible, en levantar el
ánimo de los muchachos, no podía darme el lujo de pensar en otras cosas.
-¿Cuántos puntos imaginabas en la previa?
-No hice cálculos, pero creo que merecimos más. A Chile le
ganamos bien, aunque el resultado fue exagerado, Venezuela nos ganó bien, a
Bolivia lo superamos claramente y a Colombia le ganamos con lo justo, pero
merecidamente. La cosecha, en cuanto al juego, tendría que haber sido de dos
puntos más.
-¿Messi-Agüero-Higuain no debería ser una fija para que se
preocuparan los otros?
-Contra Bolivia, mi equipo era Gago-Mascherano-Di María;
Messi-Higuain-Agüero, pero no pude. Y en el segundo tiempo contra Colombia
jugaron los tres. Es cierto lo que decís, yo también como entrenador me planteo
esa posibilidad, el tema es cómo consigo que alimenten a esos tres, porque no
dejan de ser delanteros, eh, más allá de que Messi puede arrancar de un poco
más atrás.
-¿A la Argentina no le conviene jugar de contra? Así le
metió los goles a Chile, a Colombia y el que le anularon contra Bolivia...
-Obviamente que Argentina tiene jugadores con velocidad,
habilidad y cambio de ritmo para jugar de contragolpe, pero de local, por más
que le des el terreno al rival, no te lo aceptan. Con Chile fue distinto porque
es un equipo que te ataca, pero en general no te lo aceptan porque conocen esa
potencialidad de Argentina. Además, para salir rápido necesitás volantes que se
desdoblan rápidamente. Contra Colombia, de los 4 volantes teníamos uno solo
para contragolpear, que era Sosa, después Braña, Mascherano y Guiñazú no son de
contragolpe. Contra Chile, en cambio, tenía a Sosa y a Di María, que son
jugadores que se desdoblan rápido.
-¿Tantos cambios de esquemas es síntoma de inteligencia o
exceso de dudas?
-Es tratar de buscarle la potencialidad al equipo, teniendo
en cuenta primero la formación propia y después la del rival. Dependés de las
características de los jugadores. Por ejemplo: como Di María no hay otro, un
volante que se desdobla de ataque a defensa y viceversa, que tiene esa
agresividad para jugar, es un jugador que te rellena muy bien los espacios en
muy poco tiempo. Hay jugadores que lo rellenan bien para atrás y mal hacia
adelante o viceversa. Di María lo tiene todo. A veces, la falta de un jugador
te hace cambiar el esquema, cuando es difícil de suplantar.
-¿En tu primer contacto con Messi le hiciste algún
comentario del Mundial de Clubes?
-Le conté una anécdota. Nosotros perdimos la final con
Estudiantes en diciembre del 2009 y en enero del 2010 fuimos a hacer la
pretemporada a Cariló. Entrenamos a la mañana en la playa y después me quedé un
rato con mi tablita planificando la práctica de la tarde. Estaba en la orilla,
pasó corriendo un muchacho por atrás, y me gritó: “¿Todavía lo estás buscando a
Messi?”. Me empecé a reír solo. Entonces le conté eso a Messi cuando lo conocí
y nos matamos de risa los dos.
-Hasta ahora, además de padecerlo como rival, a Messi lo
veías como espectador. ¿Qué te sorprendió de él en estos meses?
-Dos cosas, diría. Una, el gran impacto que tiene sobre la
gente. Lo viví en India, Bangladesh y Colombia. La gente tiene locura por él.
-¿Similar a lo que generaba Maradona?
-Es que yo no estuve tan cerca de Diego. Recuerdo una vez
que vino a entrenarse con nosotros, lamentablemente; y digo lamentablemente
porque me volví muy deprimido a mi casa, sintiéndome un pésimo jugador de
fútbol. Pero sí, Lionel es una persona que indudablemente conmueve a la gente.
Y la otra cosa es que, adentro del campo, electrifica el juego. Un tipo que
electrifica todo lo que toca, cuando recibe la pelota cambia el voltaje del
rival, de los compañeros y de la gente. De todos.
PIENSO, luego dirijo. En una de las canchas de Ezeiza.
-¿No te llama la atención que juegue todos los minutos de
todos los partidos?
-Sí, encima corre con la pelota, que es una de las cosas más
difíciles y que más desgaste muscular produce. Y lo hace en un Barcelona que,
por un lado, lo ayuda pero que por el otro tiene la pelota todo el tiempo y
está siempre propenso a atacar, entonces hay más roces.
-¿Con la capitanía quisiste hacer la “gran Bilardo” con
Maradona en el 83?
-Me acordaba de que Javier en primera instancia no había
querido ser capitán, después lo hablé con él y con Lionel, les pedí que lo
charlaran entre ellos y fue madurando la idea. Quiero que el hecho de ser
capitán le dé una responsabilidad mayor y lo ayude a madurar... a madurar un
poco más de lo que ha madurado, porque este chico ya ha tenido una maduración
impresionante.
-¿Qué rol querés para Messi en la cancha?
-Lo ideal es que reciba la pelota lo más cerca posible del
área, como en el Barcelona. Lo que pasa es que Barcelona hay uno solo en el
mundo, entonces no es fácil. Cuanto más cerca del área reciba y cuantas más
opciones de pase tenga al momento de recibir, mejor, porque más allá de su
gambeta y desequilibrio, es fundamental que pueda usar a los compañeros para
gambetear o para darles pases de gol.
-No te gusta que baje mucho...
-No, se vio en el primer tiempo contra Colombia, que tuvo
que bajar porque estaba aislado. En el segundo fue diferente: tenía más
opciones de pase al recibir y también más espacio. Eso queremos.
-¿Vos le preguntás qué prefiere?
-He hablado de fútbol con él cuando fui a Barcelona, y
cuando hago táctico también. “Mirá, Leo, que hoy vamos a hacer táctico”, le
digo, porque a él le gusta la pelota, es un jugador que disfruta con el balón.
Disfruta él y disfrutamos todos, pero de repente hago unos movimientos tácticos
cuando tiene la pelota el rival para ver cómo nos acomodamos.
-¿En qué se puede aprovechar el tiempo de acá a junio?
-Hay que preparar los amistosos, voy a ir a Europa para
hablar con los jugadores y miraré fútbol local. Me apoyaré en la tecnología
para hacer un seguimiento de todos. Mi idea es entrenar con jugadores del medio
local el año que viene, una vez cada 15 días si se puede.
-¿Lo de Verón asesor fue idea tuya?
-A mí me preguntaron y yo contesté que lo veía bien, que me
parecía una persona con muchísima experiencia en el mundo y que tiene relación
con los jugadores. Podría ser interesante, pero no depende de mí.
-¿Hablaste con él?
-Hablé algo, pero para convencerlo de que juegue, eso me
interesaría también (risas).
-Para cerrar, ¿se puede disfrutar el ser técnico de la
Selección o es imposible?
-Yo no soy de disfrutar, y no hablo sólo del fútbol sino de
la vida en general, me cuesta, soy más de sufrir las situaciones que de
disfrutarlas. Es un defecto que tengo y debería corregir. O sea: sufro mucho
los malos momentos y no disfruto como tengo que disfrutar los buenos, y más
allá de la gran responsabilidad que uno siente, ser técnico de la selección es
uno de los cargos más importantes que hay en el fútbol, pero de repente mi
manera de ser me supera. Desde afuera sabés que hay presión, pero adentro la
vivís y es otra cosa. Así es el trabajo de entrenador.
ASI ES ESTE trabajo. No necesitaba confirmarlo con palabras
Alejandro Sabella. Uno lo ve delante del banco de suplentes, en Colombia o en
el Monumental, con Estudiantes o la Selección, y la primera impresión que
devuelve su rostro es la de un hombre con dolor de panza, un hombre que está
buscando el baño más cercano, como si un retorcijón interior le estuviera
advirtiendo, en sesión permanente, que algo puede y debe hacer para mejorar al
equipo. Que tiene prohibido disfrutar. Así vive el fútbol Sabella, lejos de hacerle
honor a su apodo (Pachorra), aunque después de un carrousel loco de 8 partidos
en tres meses y medio, tiene bien merecida una tregua de fin de año.-
Fuente Independiente
Crece
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