Escrito por Hugo Silva (Del Staff de independientepaladarnegro.blogspot.com!
El atardecer trajo las primeras sombras de la noche.
Después de tres días sin caminar, recostado aún sobre mi
cama, miré determinadamente por la ventana.
De pronto, una irresistible tentación de darme una vuelta;
tal vez por la rambla.
¿Por qué no? Me pregunté e instantáneamente comencé a
vestirme.
Me peiné descuidadamente, tomé la campera más liviana y bajé
la escalera.
Ya estaba en la vereda, sin mareos, sin dolor, sin ninguna
molestia que, frecuentemente ocupaban mi cuerpo y mi mente.
Cambié de idea. Me doy una vuelta a la manzana.
Tranquilo, sin pensarlo otra vez hice los primeros cincuenta
pasos hasta la esquina.
En tanto el tránsito por la avenida era intenso, ruidoso y
como siempre, molesto.
Doblé por calle 12 y muy calmo avanzaba por el centro de la
acera de la amplia vereda de mi ciudad.
Reparé que alguien dobló por la otra esquina, por la misma
vereda. Y lenta, dificultosamente, un dulce, admirable anciano, venía hacia mí.
A pocos pasos, los que mediaban entre ambos, advertí que
debía darle paso.
Curiosamente, íbamos en una recta imaginaria, que nos
enfrentaría, inevitablemente. Giré apenas un tanto, nos cruzamos y con una leve
sonrisa y me agradeció el gesto.
Me deslumbré con su añosa dignidad y sus profundos ojos
claros..
De pronto, escuché nítidamente:
-¿Nos conocemos?.
Giré, volví a mirarlo con atención.
- ...No, no creo – Contesté- Aunque tal vez la vecindad....
- ¡Yo creo que sí! - aseguró y agregó- ¿Tendrá Ud. un
cigarrillo?
- Sí, le respondí - Y le acerqué el paquete para que tomara
uno. Con automático gesto y el encendedor en mano, le ofrecí fuego.
- No gracias, yo no fumo -Me dijo con toda naturalidad.
De inmediato se lo guardó en el bolsillo superior de su leve
abrigo.
Volvió a sonreír, con la frescura que hacía resaltar su
mirada cómplice, profunda y clara.
Y sin mediar un segundo, agregó:
- Nos veremos y Ud.
estará bien.
Ambos nos regalamos un abrazo sin tocarnos...y seguimos
camino.
De regreso, sin cansancio y con cierto apetito, comí bien, fumé
un cigarrillo y me dispuse a acostarme.
Dos sensaciones de aquél encuentro me quedaron grabadas.
La primera era que no había registrado el paso de ningún
vehículo o de persona alguna
La segunda ¿Adónde, y a quién, le llevaría ese cigarrillo?.
Me dormí al fin y entonces…
¡NUNCA SUPE MÁS NADA!
Hugo Silva
Derechos revervados.Prohibida su reproducción total o parcial sin citar autor y fuente
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.