Milito quiere un equipo muy ofensivo, pero al Rojo le cuesta
patear al arco y está pagando caro el déficit.
Por Favio Verona
-El equipo tiene la pelota, pero le falta profundidad.
Apenas llegó dos veces en todo el...
-Yo conté un poco más.
-Les resulta más cómodo jugar con equipos que...
-No, no, no, no. No pasa por ahí. Te interrumpo porque ya sé
adónde apuntás. Cualquier equipo que intenta ser protagonista, en espacios
reducidos, ataca peor. Nosotros sabemos que este tipo de partidos se nos van a
presentar en varias oportunidades, pero hoy tuvimos situaciones. Y no sólo dos,
como decís vos, sino muchas más.
-No me dejaste terminar la pregunta y te la hago ahora. ¿Te
sientan mejor los partidos como el de Lanús, en el que los salieron a buscar?
-Son partidos diferentes, ya te lo expliqué.
El picante diálogo entre un periodista y Milito se dio tras
el partido de ida con Chapecoense. El técnico no levantó el tono de su voz y la
conversación se dio en un marco de respeto, aunque se advirtió que al Mariscal
la pregunta lo incomodó. Más allá de la cantidad exacta de situaciones de gol,
la discusión expuso una realidad. El Rojo es un equipo que se jacta de tener
una propuesta ofensiva, de tener valentía para atacar con mucha gente. Pero
crea muy pocas chances para convertir. Le cuesta mucho dejar a un delantero de
cara al arco. Y tiene más aproximaciones que situaciones. En general cada
avance se diluye cuando la pelota se acerca al área contraria.
La falta de profundidad es un problema que viene desde la
pretemporada. Cuando el equipo empezó a chocar en amistosos con rivales
pesados, le resultó difícil acercarse al arco rival. Sucedió ante Aldosivi
(0-1) y Gimnasia (1-1). Los trabajos de definición y evoluciones ofensivas para
mecanizar movimientos fueron una constante desde la etapa preparatoria. Sin
embargo, parecen no surtir efecto. La teoría no se ve reflejada en la práctica.
En la cancha el equipo se exhibe previsible en su afán de desbordar por los
costados. No hay variantes para atacar, cambio de ritmo ni dinámica para
establecer superioridad numérica o, como mínimo, lograr el uno contra uno.
Abunda el pase horizontal y escasea el profundo. Y hay precisión sólo para
hacer circular la pelota a un ritmo cadencioso, pero no para descargar a un
toque y desacomodar al rival. La pelota les llega de forma muy esporádica a los
delanteros y, preso de su desesperación, Vera siempre termina desgastándose más
afuera del área que dentro de ella.
Denis, el único nueve de área clásico del plantel, perdió
terreno en la consideración del técnico. Albertengo está lejos de su mejor
nivel. Y Fernández no jugará hasta el año que viene porque se rompió los
ligamentos. El déficit del Rojo se ve reflejado en que los delanteros sólo
marcaron tres goles y Rigoni tiene la misma cantidad.
Para ser ofensivo no alcanza con querer serlo.
Fuente Olé
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