Argentina le ganó a Uruguay 1-0 con gol de... Messi. Y sí,
¿de quién si no? En su regreso dejó la piel, jugó, gritó y hasta pegó. Volvió,
sí. O mejor: nunca se fue.
Messi se llevó todos los flashes en Mendoza.
Por Sergio Maffei
Tenía que ser él. Porque él, claro, era el dueño de la
fiesta. No podía ser Pratto, más allá de su voluntarioso estreno. Tampoco Di
María, a pesar de su cambio de camiseta en busca de mejor suerte. Ni siquiera
Dybala, pese a ese tiro en el palo. Si fue palo, es porque el gol, el primero,
el único, el que le diera la bendición el debut del Patón, debía ser de Messi.
Para coronar su regreso a pesar de que nunca se fue, para retribuirle a la
gente tantas muestras de amor, para que el Malvinas sea un puño apretado
gritando por Argentina...
Tenía que ser él, también, el que despertara a la Selección.
Para que el estadio sacudiera su modorra al final del primer tiempo. Una
modorra en la que había colaborado Uruguay, un rival tan peligroso como poco
generoso. Sí, el equipo el Maestro no quería ser el invitado a la fiesta de
Messi. Por eso cerró espacios, replegó marcas para ahogarlo (hasta Cavani fue
un 3 bis), intentó que se sintiera incómodo. Pero Leo logró salir de esa
maldita foto de la final rodeado de chilenos (en este caso, de uruguayos). Y
salió, sobre todo, en ese minuto 42, en el que giró ante la marca de Godín y
Corujo y sacó un zurdazo que acompañó la suerte (el rebote en Giménez), porque
de alguna forma tenía que entrar.
Fue un estallido. Un desahogo. Un instante mágico. Con el 10
gritando de cara a la gente, con la gente de gritando de cara a él, un vinculo
que se reforzó como nunca en Mendoza. Era un gol necesario, además, para la
circunstancia del partido. Hasta ahí, Leo había aparecido con chispazos, más
volcado hacia la derecha, intentando desde ahí alguna que otra pared con
Dybala. Pero luego el 1-0 apareció con todas sus luces. Incluso, desde su
faceta de líder, para reprocharle al árbitro la roja a Dybala. O hasta para
meterle una murra a Godín (el mundo del revés).
Si Argentina hubiera salido con 11 al ST, Leo se habría
hecho un festín. Igual le alcanzó su magia para apilar rivales, para dejar en
ridículo a Corujo con un caño genial, para levantar a la gente (“Meeeeesssi,
Meeeessi”, fue el hit mendocino, con las manos haciendo reverencia), para
sacarle varios aplausos al Patón, para encabezar la resistencia jugando
decididamente de nueve, para dejar el resto de su golpeado físico en cancha en
pos del 1-0 (venía con una molestia en el aductor izquierdo y dio a entender
que es difícil que juegue en Venezuela), para ganarle a su amigo Suárez y para
meter a Argentina en lo más alto de la Eliminatoria.
Leo está de vuelta. Y sí, tenía que ser él.
MENDOZA (ENVIADO ESPECIAL)
Fuente Olé
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