Por Eduardo Verona
Es imposible detenerse en la valiosa victoria de Argentina
sobre Uruguay sin contemplar el contexto y sin reparar en todas las
circunstancias que rodearon al partido. En su debut, el Patón Bauza hizo un
planteo muy ofensivo para acompañar a Messi. La expulsión de Dybala sobre el
cierre del primer tiempo provocó un cambio en el desarrollo.
Lionel Messi, en su regreso a la Selección argentina, ante
Uruguay. Foto: Agencia Mendoza / Diario Popular
Si no se observa el contexto se pierde vista la realidad. El
contexto es todo lo que rodeó a este partido de la Selección. Es la caída en
New Jersey frente a Chile en la definición por penales de la Copa América
Centenario. Es la renuncia de Gerardo Martino como entrenador de Argentina. Es
la llegada de Edgardo Bauza. Son aquellas palabras de Messi cuando anunció que
se despedía de la Selección. Es también su regreso después de charlar mano a
mano con Bauza durante dos horas (el único testigo fue Mascherano) hace un par
de semanas.
El contexto es la película completa. No es el final. No es
el 1-0 a Uruguay en Mendoza que le permite a la Selección quedar como único
líder de las Eliminatorias. Es el recorrido para concluir en la conquista de
los 3 puntos. Que se perfiló como un triunfo muy valioso. Merecido y valioso.
Alejado de los brillos, de los estruendos y de lo que cualquier hincha hubiera
soñado, atrapando en ese sueño la posibilidad de que Messi descollara.
Pero aún sin brillar, no faltó a la cita Argentina. Y no
faltó a la cita Messi. La mención a una cita quizás parezca solemne pero
pretende reflejar que en el marco de un compromiso importante, el equipo y el
jugador en ningún momento se fueron de foco.
La participación de Argentina fue sumamente activa. La de
Messi también. Activa durante el primer tiempo con los 11 jugadores. Y activa
en el complemento cuando por la expulsión del pibe Dybala (fue a destiempo y
con la pierna arriba en dos oportunidades, delatando su inexperiencia) el
equipo se había quedado con uno menos con 45 minutos por disputarse.
Intentar analizar a la Selección en función del arribo del
Patón Bauza sería un atentado a la sensatez. Bauza tuvo a disposición el equipo
en dos prácticas light. Nadie con cierto conocimiento futbolístico iba a
esperar que se expresaran señales concretas del nuevo técnico. Lo que hizo
Bauza fue conducir al plantel con naturalidad. Sin forzar nada. Sin ubicarse
por delante de los jugadores. Sin sobreactuar.
Por supuesto que tomó decisiones. Ante la ausencia del Kun
Agüero por lesión (son demasiadas las lesiones musculares que vienen
persiguiendo al delantero del Manchester City) le abrió paso a Dybala. Desplazó
a Mercado y le devolvió la titularidad a Zabaleta. Sumó a Mas como lateral
izquierdo frente a la suspensión de Rojo. Y confió en Pratto como primera punta
ante la precaria condición física que denunciaba Higuaín, por ahora suplente en
la Juventus.
¿Cómo le salió la puesta en escena a Bauza? Bien, con la
pelota como la dispuso Argentina en el primer tiempo y bien controlando menos
la pelota en la segunda etapa. Bien si además se consideran todas las
circunstancias. Porque por otra parte Uruguay no viajó a Mendoza para ser un
simple partenaire y para aplaudir a Messi.
Uruguay hizo lo que en general frente a Argentina suele
hacer: esperar bien agrupado en el fondo y buscar una pelota profunda para que
Luis Suárez provoque un desparramo con su potencia y habilidad siempre
acompañada por esa capacidad innata o adquirida de simular infracciones y
generar tiros libres.
¿Por qué ganó la Selección? Llegando poco al arco de
Muslera, tuvo lo esencial: salió a imponer condiciones. Quiso asociarse en
las triangulaciones ofensivas (nos
referimos a los primeros 45 minutos), quiso tocar y descargar a los espacios,
quiso entrar por abajo. Le faltó más precisión y más paciencia.
El bombazo de Dybala que se estrelló en el palo izquierdo
terminó anticipando lo que sucedió pocos minutos después cuando Messi en uno de
sus brillantes arrebatos individuales casi siempre desequilibrantes, sacó un
zurdazo que rebotó en Giménez, desconcertó a Muslera y sentenció el partido.
No padeció el complemento Argentina a pesar de la tarjeta
roja que vio Dybala. Manejó los tiempos del encuentro sin aferrarse a un
concepto especulador. Controló algunas embestidas de Uruguay, dio el pase
adelante en numerosas oportunidades para dejar en posición adelantada a Suárez
y Cavani y bancó el desarrolló sin grandes complejidades.
Como siempre, quedaron en primer plano los arranques de
Messi, sus búsquedas y esa sensación de que en cualquier instante puede
construir lo que no puede construir nadie. Esa sensación nunca está lejana.
Porque la participación de Messi en el partido no sufrió alteraciones. Se lo
vio siempre con más o menos compañeros a su alrededor.
Y es imposible no hacer mención de Mascherano. En el último
contragolpe de la Selección que comandó Messi, apareció vacío picando al área
rival con una determinación y entrega notable. Quizás esa conmovedora imagen
final de Mascherano defendiendo en el área propia y yendo a buscar la yapa en
territorio ajeno, pueda resumir la presencia que impuso Argentina en el debut
del Patón Bauza.
Porque en esa imagen del cierre también se reveló el
contexto. Que estuvo a la altura del1-0. El martes la escenografía será en
Mérida ante Venezuela. Y la cuenta regresiva ya empezó.
Fuente Diario Popular
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