Por Cristian Grosso
Foto: Archivo
La noche del 6 de abril de 1979, cuando el comité ejecutivo
de la AFA, digitado por el almirante Lacoste eligió por unanimidad de los 35
asambleístas a Julio Humberto Grondona como nuevo mandamás, nadie se podía
imaginar que ese hombre que llegaba con 47 años se encargaría de abrir una
época que atravesaría de punta a punta al fútbol argentino. Grondona se marchó
el 30 de julio de 2014 porque murió, a los 82 años, cuando recorría su noveno
mandato, con validez hasta el 25 de octubre de 2015, tras recibir la aprobación
de 46 asambleístas y ningún voto negativo en octubre de 2011. Patrón y
caudillo, fue fiel a una conducción que ejerció sin ceder ni un milímetro. Sin
problemas apagó un mínimo atisbo de rebelión, en 1991, cuando el ex árbitro
Teodoro Nitti armó una lista opositora que fue apabullada por 39 a 1.
Si algo desactivó Grondona fue el impulso eleccionario.
Entonces, se atrofió la saludable alternancia, la aparición de nuevos cuadros
políticos, la renovación de propuestas, el debate, el disenso, las discusiones.
Y sus laderos, de tan temerosos y serviles, alentaron la negación del ejercicio
democrático. Las elecciones en la AFA fueron una parodia una y otra vez. Una
institución cruzada por giros totalitarios. Tanto daño derivó en los miedos que
preceden a la votación de esta tarde: fantasmas de fraude, algunas sospechas y
acusaciones cruzadas. Sin cultura electoral, la desconocida gimnasia de elegir
sembró miradas recelosas y espíritus resentidos. Pese a una clase dirigente de
dudosa madurez y capacidad, la AFA vuelve a la única vía razonable, la
democrática, la que pulverizó Grondona hace décadas. Aplastada por el peso de
las urnas concluye una era absolutista.
Fuente Cancha Llena
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