Por Cristian Fernández
Uno puede no estar de acuerdo con las formas, los métodos.
No obstante, el motivo del enojo, del sentimiento encontrado ante un equipo que
se muestra irregular y sometido o atado en las instancias decisivas está
fundamentado. Incluso desde el juego, la idea y, en algunos casos puntuales,
desde la actitud.
Recuerdo, y quedó grabada en mí como una frase que se adapta
a cualquier desafío o situación que uno debe enfrentar en la vida, las palabras
del Turco Mohamed: “La actitud no se negocia”. Fueron pasando los tiempos y
nunca se fue de mi lado. Y hoy, más que nunca, es necesario recalcársela a este
plantel.
Ojo, cuando hablo de actitud no lo digo porque no tengan la
valentía de ponerse la camiseta de Independiente y salir a pelear en cualquier
cancha. Sino de la actitud como ejercicio lúdico. El central del Rojo cuando
marca, debe temblar el piso y el pie del delantero rival. Con todo respeto, Bou
nunca tendría que haber pasado. Y, hago otra salvedad, repudio la patada del
Torito Rodríguez, porque además de descalificadora pudo haber lastimado a un
colega y, al fin y al cabo, lo único que logró fue irse antes, fue dejar a sus
compañeros con uno menos.
Sí, me van a tildar de contradictorio. Pero es así. No hablo
de mala leche, sino de fuerza y presencia. De altura. De marcar el territorio.
De obtener respeto.
En referencia a los volantes. Mucho por decir. Son los que
deben mostrar la actitud necesaria y la personalidad inalterable para pedir la
pelota y conducir al equipo. Existen los que sólo tienen la función de cortar y
tocar. Existen los que tienen la función de ayudar en la presión y encontrar
los caminos. Existen los que deben encarar. Existen los que deben pensar. Todos
ellos necesitan de coraje para cada función. Y eso, el domingo no se vio.
Tampoco se vio ante Lanús por Copa Argentina, todo sabemos,
un partido clave para seguir aspirando a ganar ese torneo federal que te lleva
de la mano directo a la Copa Libertadores. Y el que nunca supimos valorar. O
peor aún, al que nunca supimos jugar.
Ante Independiente Santa Fe apareció por momentos esa
actitud o vergüenza deportiva por quedar afuera. Mas, claramente, no alcanzó.
Lo cierto es que, como se ve, en instancias decisivas aparecen los problemas.
Los temores. Las carencias y falencias.
Diego Vera, puntualmente, es uno de esos que tendrían que
ser tomados como ejemplo. Nicolás Tagliafico también. Son tipos que dejan un
plus. Que hacen de la actitud una bandera. Hay otros también que intentan y se
nota que dejan algo más, pero todavía no alcanza.
Es momento de exigir. Es momento de que los dirigentes
realmente trabajen para un plantel de calidad que gane campeonatos. Es hora de
que nuestro entrenador, que luce muy correcto, convincente, con ideas claras y
gran temple, entienda que en los momentos decisivos el equipo debe ir para
adelante. Y no quedarse en el letargo como en el último clásico.
El anterior pecaba de frontal. Este de austero. Martín Benítez
cada vez juega más lejos del área. Vera tiene que salir a buscar la pelota para
armar paredes y después meter un pique de máxima velocidad para ubicarse en el
área. ¿Por qué? Independiente juega con un solo punta.
Entiendo las lesiones. Entiendo el plantel. Entiendo casi
todo… pero basta. Es hora de conseguir logros. Es hora de volver a ser. El
domingo este plantel, juegue quien juegue, debe dar muestra de un carácter
superlativo. Debe salir enojado al Cilindro y demostrar qué camiseta tienen
puesta. Hacerle honor. Dejarla lo más alto posible. O sea, en lo más alto.
Independiente debe dar el salto de calidad ahora y en 2016 confirmarlo. Ya no
hay excusas.
Fuente Infierno Rojo
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