viernes, 10 de octubre de 2014

Independiente no se decide.





Por Eduardo Verona.

El equipo da muestras de que puede protagonizar y a la vez brinda señales muy concretas de sus debilidades cuando tiene que manejar la pelota e imponer condiciones. Independiente no se define. Si denunciara más determinación y agresividad para encarar los partidos podría dar un salto de calidad.

   La pregunta siempre encuentra momentos, circunstancias y protagonistas que la actualizan: ¿cuál es el auténtico Independiente? ¿El que River vapuleó en el Monumental y lo derrotó por 4-1? ¿Aquel que le ganó muy bien a Rosario Central, en Avellaneda? ¿El el que perdió dejando muy poco ante Estudiantes por la Copa Argentina ? ¿El que casi se derrumba ante Godoy Cruz y fue rescatado del naufragio por esta versión estupenda de Federico Mancuello?

   Por lo pronto, su entrenador, Jorge Almirón, después del 2-2 frente a Godoy Cruz, dejó como testimonio algo más que algunas frases de ocasión: "No podemos especular. Tenemos que salir a ganar. No se puede esperar a último momento para responder".

   Más allá de las palabras de Almirón que dejan en evidencia que intenta transferir responsabilidades, lo indudable es que este Independiente errático y a veces desconcertante, sigue sin definir un funcionamiento. O por lo menos una aproximación a un funcionamiento. La realidad es que, por ahora, no lo tiene, aunque esté en los puestos de vanguardia a 3 puntos de River, el único líder. 

   Si exhibe una idea es la de salir jugando desde atrás con una parsimonia y lentitud apabullante, que incluso abarca a su arquero el Ruso Rodríguez, en franco nivel descendente desde hace varios encuentros.

   ¿Pero en todos los partidos está en condiciones Independiente de promover la circulación prolija y efectiva  desde el fondo? No lo parece. En especial, cuando los rivales (en este caso, River, Estudiantes y Godoy Cruz) salen a presionarlo y delatan las debilidades de sus defensores para controlar y manejar la pelota.

   Se celebra y se reivindica la intención de cultivar el pase, pero una cosa muy distinta es el pasecito lateral o hacia atrás que revela impotencia y no convicción. Porque esto es lo que deja ver Independiente en la dificultad: un exceso de obediencia hacia el entrenador, que seguramente pide una salida limpia desde el arco. Y termina dando ventajas objetivas el equipo. Una cosa es cuidar la pelota. Y otra historia es una calesita infernal. ¿Qué gana con esa calesita cuando el adversario va convencido a ejecutar el pressing sobre los volantes y defensores? Lo único que obtiene es inseguridad, desconfianza, fragilidad. Porque se desnuda demasiado.

   Hasta el Rolfi Montenegro, ya en el ocaso irremediable de su carrera, se expone cuando quiere salir tocando o gambeteando en las cercanías del área propia como si fuera Maradona con 20 años. Lo de Montenegro es un ejemplo que puede incluir a varios de sus compañeros, muy subordinados a la hoja de ruta que les marca Almirón.

   Independiente quiere la pelota y es muy meritorio que exprese esa intención, pero para tenerla en zonas peligrosas también es necesario aprender a conservarla, adaptarse a las necesidades de los partidos y tomar la iniciativa desde una búsqueda más determinada y agresiva, que solo por momentos pone en marcha y son precisamente sus mejores pasajes. 


Fuente Diario Popular

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