Por Eduardo Verona.
El equipo da muestras de que puede protagonizar y a la vez
brinda señales muy concretas de sus debilidades cuando tiene que manejar la
pelota e imponer condiciones. Independiente no se define. Si denunciara más
determinación y agresividad para encarar los partidos podría dar un salto de
calidad.
La pregunta siempre
encuentra momentos, circunstancias y protagonistas que la actualizan: ¿cuál es
el auténtico Independiente? ¿El que River vapuleó en el Monumental y lo derrotó
por 4-1? ¿Aquel que le ganó muy bien a Rosario Central, en Avellaneda? ¿El el
que perdió dejando muy poco ante Estudiantes por la Copa Argentina ? ¿El que
casi se derrumba ante Godoy Cruz y fue rescatado del naufragio por esta versión
estupenda de Federico Mancuello?
Por lo pronto, su
entrenador, Jorge Almirón, después del 2-2 frente a Godoy Cruz, dejó como
testimonio algo más que algunas frases de ocasión: "No podemos especular.
Tenemos que salir a ganar. No se puede esperar a último momento para
responder".
Más allá de las
palabras de Almirón que dejan en evidencia que intenta transferir
responsabilidades, lo indudable es que este Independiente errático y a veces
desconcertante, sigue sin definir un funcionamiento. O por lo menos una
aproximación a un funcionamiento. La realidad es que, por ahora, no lo tiene,
aunque esté en los puestos de vanguardia a 3 puntos de River, el único
líder.
Si exhibe una idea
es la de salir jugando desde atrás con una parsimonia y lentitud apabullante,
que incluso abarca a su arquero el Ruso Rodríguez, en franco nivel descendente
desde hace varios encuentros.
¿Pero en todos los
partidos está en condiciones Independiente de promover la circulación prolija y
efectiva desde el fondo? No lo parece.
En especial, cuando los rivales (en este caso, River, Estudiantes y Godoy Cruz)
salen a presionarlo y delatan las debilidades de sus defensores para controlar
y manejar la pelota.
Se celebra y se
reivindica la intención de cultivar el pase, pero una cosa muy distinta es el
pasecito lateral o hacia atrás que revela impotencia y no convicción. Porque
esto es lo que deja ver Independiente en la dificultad: un exceso de obediencia
hacia el entrenador, que seguramente pide una salida limpia desde el arco. Y
termina dando ventajas objetivas el equipo. Una cosa es cuidar la pelota. Y
otra historia es una calesita infernal. ¿Qué gana con esa calesita cuando el
adversario va convencido a ejecutar el pressing sobre los volantes y
defensores? Lo único que obtiene es inseguridad, desconfianza, fragilidad.
Porque se desnuda demasiado.
Hasta el Rolfi Montenegro,
ya en el ocaso irremediable de su carrera, se expone cuando quiere salir
tocando o gambeteando en las cercanías del área propia como si fuera Maradona
con 20 años. Lo de Montenegro es un ejemplo que puede incluir a varios de sus
compañeros, muy subordinados a la hoja de ruta que les marca Almirón.
Independiente
quiere la pelota y es muy meritorio que exprese esa intención, pero para
tenerla en zonas peligrosas también es necesario aprender a conservarla,
adaptarse a las necesidades de los partidos y tomar la iniciativa desde una
búsqueda más determinada y agresiva, que solo por momentos pone en marcha y son
precisamente sus mejores pasajes.
Fuente Diario Popular
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