Domingo 08 de septiembre de 2013 | Publicado en edición
impresa
Se mueven como punteros políticos sin base territorial, sino
futbolística; trapitos, venta de entradas, tours para extranjeros a los
estadios, movilización y "seguridad" para dirigentes políticos y
hasta la venta de dólares en "cuevas" sostienen una intrincada red de
complicidades que el kirchnerismo, lejos de desalentar, también fomentó
Por Nicolás Balinotti
| LA NACION
Foto: Martín Balcala
A Guillermo Moreno le pasaron el dato y actuó. Irrumpió
bruscamente con diez policías en el segundo piso de un edificio de oficinas en
plena calle Florida. Acostumbrado a los exabruptos, el secretario de Comercio
Interior ordenó a los gritos desmantelar una casa de cambio clandestina que
habría sido administrada por barras de Boca. Fue el plan perfecto para
escenificar la intervención del Gobierno en el mercado del dólar paralelo. Pero
también resultó ser un capítulo más de la disputa por el control de los negocios
que genera "La 12", como se conoce a la barra brava boquense.
En la peatonal porteña más transitada, los barras de Boca
suelen convertir a pesos los dólares que los extranjeros les pagan por ingresar
en la Bombonera los días de partido como parte del "Adrenalina Tour",
un negocio que sólo es posible gracias a la mirada cómplice de policías y
empleados y dirigentes del club.
Sin embargo, la red de financiamiento de la barra se
extiende a diversas actividades: reventa de entradas y control de los accesos a
los estadios, comercialización de indumentaria oficial, cobro de dinero por
exhibir banderas con leyendas políticas y la explotación de los
estacionamientos en los alrededores de la cancha.
La caja se nutre de manera idéntica en todas las hinchadas
del país. En todas. Sin excepción. Y últimamente surgió otra fuente importante
de ingresos: la mayoría de los referentes de las barras bravas convive con el
mundo del delito, una pertenencia que les garantiza agigantar sus recaudaciones
y cruzar clandestinamente las fronteras del fútbol.
El lucrativo mercado negro de las barras creció en paralelo
con los episodios de violencia vinculados al fútbol. Las estadísticas son
irrefutables: en lo que va del año ya hubo seis muertes y durante la década
kirchnerista fallecieron 65 personas, según el relevamiento de la ONG Salvemos
al Fútbol, integrada por familiares de víctimas.
La escalada empujó al Ministerio de Seguridad de la Nación a
improvisar un reordenamiento. Hubo depuraciones en las dependencias policiales,
a veces sospechadas por connivencia con las barras, como investiga actualmente
el juez de instrucción Manuel de Campos. El magistrado avanza en una megacausa
sobre la hinchada de Boca por considerar que integra una presunta red de
asociaciones ilícitas y porque su cúpula estaría involucrada en una serie de
homicidios. Así, el ministerio debió fortalecer un área olvidada y sin
recursos, y diseñar un equipo que pusiera bajo la lupa a las barras bravas.
Este proceso, que está dando sus primeros pasos, requiere de un intenso trabajo
de inteligencia y entrecruzamiento de datos.
"Existen los negocios típicos de las barras: reventa de
entradas, trapitos, turistas y tráfico de indumentaria. Pero la industria está
articulada por el delito común. El que marca a una persona en una salidera
bancaria responde a una barra. También el que está en el narcotráfico",
dice un funcionario jerárquico del Ministerio de Seguridad que fiscaliza
semanalmente los movimientos de casi todas las barras bravas del país.
Dos hechos recientes parecen darle la razón. El 19 de agosto
pasado cayó en prisión un reconocido barra de River por ser "marcador de
víctimas" en robos de banco. Se trata de Matías Kraft, que estuvo prófugo
cuando la Justicia investigó el crimen de Gonzalo Acro, ocurrido en 2007 por la
disputa de la caja que generaba la hinchada, que, por entonces, recaudaba
300.000 pesos mensuales. Hoy, la barra cubre ese monto sólo con las ganancias
que reportan los "trapitos" en un día de partido.
El otro episodio sucedió en Rosario: la policía local detuvo
hace dos semanas al jefe de la barra de Newell's, Diego Ochoa, por ser el
presunto ideólogo de dos homicidios. Uno de ellos fue el de Roberto Caminos, ex
líder de la hinchada, con quien se habría enfrentado por los negocios del
narcotráfico. En la ciudad, tanto la barra de Newell's como la de Rosario
Central mantienen puentes con "Los Monos", una temible banda
delictiva que gobierna en los suburbios del Gran Rosario.
"La muerte de Caminos fue por la guerra de la droga en
la ciudad. Es necesario un acuerdo entre el gobierno nacional, las provincias y
las fiscalías. Hay que aplicar el Código Penal y la ley del deporte",
plantea el diputado nacional por Santa Fe Carlos Comi (Coalición Cívica),
integrante de la Comisión de Deportes de la Cámara baja.
Cualquier receta para neutralizar a las barras bravas cae en
saco roto cuando se exploran sus conexiones. A través de la herramienta del
apriete, las hinchadas aceitan su red de financiamiento con la complicidad de
políticos, sindicalistas, policías, empresarios, dirigentes deportivos y
futbolistas.
"Acomodadores de estadios"
Las relaciones entre barras y políticos pueden quedar
escenificadas en la tribuna con la exhibición de una inmensa bandera. O hasta
se puede comprobar con un vistazo a las planillas de empleados de alguna
dependencia estatal. Guillermo Moreno, ahora expuesto por desmantelar la
"cueva" de "La 12" en el corazón de Florida, supo anudar en
abril de 2012 un trato con la barra de River para que se desplegara en el
Monumental una bandera con la leyenda "Clarín miente" y se soltaran
globos rojos y blancos con la inscripción del Mercado Central. La bandera en
cuestión, antes de vestir las tribunas, colgaba de los ventanales del Indec. El
nexo con la hinchada riverplatense surgió a partir de un ex barra que trabaja a
sueldo en el sexto piso de la Secretaría de Comercio, a unos pocos metros de la
oficina central de estadísticas.
La alianza con los líderes de las hinchadas no es un asunto
que salpique únicamente al kirchnerismo. Hay casos que involucran también a
referentes de la oposición. Pero fue el oficialismo el que gestó en 2010 un
acuerdo pionero que ubicó bajo un mismo techo a barras y políticos. Apadrinado
por Rudy Ulloa Igor, íntimo amigo y ex chofer de Néstor Kirchner, el dirigente
de Compromiso K Marcelo Mallo creó Hinchadas Unidas Argentinas (HUA), que llevó
a 235 barras al Mundial de Sudáfrica. El proyecto contemplaba blanquear a los
barras en los clubes y emplearlos en relación de dependencia como "acomodadores
en los estadios". Además, escondía una intencionalidad netamente política:
"Los muchachos pueden ser conductores sociales, transmisores de ideas para
la comunidad y hasta fiscales en las elecciones", planteaba Mallo, que ya
se alejó por completo de la iniciativa.
Uno de los últimos aportes de Mallo fue hacer de nexo entre
el ex jefe de la barra de Boca Rafael Di Zeo y funcionarios kirchneristas de
peso. Hace siete años, cuando Di Zeo colonizaba la tribuna, se jactó de tener
"los teléfonos del poder" y reconoció que "empresarios ayudaban
con el financiamiento de la hinchada". Hoy, después de pasar casi tres
años en prisión por agredir a hinchas de Chacarita, sugiere una propuesta para
resolver la violencia en los estadios. "Los clubes, la AFA y el Estado
deberían blanquear a las barras y admitirlas como interlocutoras", plantea
Di Zeo a LA NACION.
"A los políticos les sirve recurrir a los barras para
lograr trabajos y legitimidad territorial. Es parte de su acumulación de poder.
El vínculo está basado en la dádiva y el clientelismo", describe el
sociólogo Pablo Alabarces, especialista en el tema y autor, entre otros, del
libro Crónicas del aguante. Con cierto desencanto, añade: "Nadie puede
señalar al otro. Así como HUA trabajó para el kirchnerismo también lo hizo para
De Narváez. Y Macri tiene lo suyo en Boca".
La lógica violenta
La trama aparentemente imposible de desenredar, que une a
barras, políticos y dirigentes, es impensable sin un entorno político y social
que la deja crecer, y que incluye el fenómeno de la
"hipermercantilización" del fútbol, en el que los líderes de las
barras se perciben como "genuinos beneficiarios del reparto de dinero
generado por las actividades del club".
Así lo aseguran los sociólogos Santiago Uliana, Sebastián
Sustas y Diego Murzi en un trabajo publicado en el sitio de la ONG Salvemos al
Fútbol: "No puede dejar de entenderse la violencia del fútbol por fuera
del contexto de la sociedad argentina en la cual se halla inserta. En una
sociedad en donde el Estado se ha retirado de su función de controlador y
regulador imponiendo límites estrictos, resulta ciertamente lógico que la
violencia sea una forma posible de resolución de los conflictos y en este caso
en particular, de los conflictos económicos que se suceden en el seno de las
barras bravas", escriben.
Las redes de evasión que cruzan clandestinamente el mundo de
los barras no siempre tienen su correlato en la Justicia. El flujo de caja más
dinámico se genera a partir de la reventa de entradas y del negocio de los cuidacoches,
dos delitos que son considerados contravenciones. Un dato: la Policía Federal
labra de 15 a 20 actas contravencionales promedio en un partido de Boca o
River, según informaron en el Ministerio de Seguridad. Sin embargo, estos
hechos jamás continúan en las fiscalías.
La defensora adjunta del pueblo de la ciudad de Buenos
Aires, Graciela Muñiz, denunció en la Unidad Fiscalía Sur cómo la policía
permitió la reventa de entradas y recibió sobornos durante el último
superclásico entre Boca y River, el 5 de mayo pasado en la Bombonera. Muñiz
entregó filmaciones como prueba. Nadie actuó. Ni en el club ni en la Justicia.
Su planteo quedó amontonado en el desorden de algún despacho de los Tribunales.
"Es necesario que los fiscales se involucren", reclama Muñiz.
La inactividad de la Justicia queda todavía más al
descubierto en los muchos casos de muertes que aún están impunes. "Nunca
se avanza", cuenta casi derrotada Liliana Suárez, que perdió a su hijo
Daniel en 1995, durante la Copa América de Uruguay. Liliana responsabiliza del
crimen a barras de Tigre y Morón.
Por estos días, en un caso que es casi inédito, el juez
Manuel de Campos investiga a la hinchada de Boca por homicidios, funcionar como
una presunta asociación ilícita y hasta sigue pistas vinculadas al lavado de
dinero. Como parte de su pesquisa, De Campos allanó la división Eventos
Deportivos de la Policía Federal porque intuye cierta connivencia. Y ya citó
como testigos a dirigentes deportivos, futbolistas y empresarios tras haber
cruzado escuchas telefónicas. Logró, además, encarcelar a los máximos
referentes de la barra, lo que avivó en la tribuna una sangrienta lucha por la
sucesión que ya se cobró dos muertes. Desde el Ministerio de Seguridad, un
funcionario valora el ímpetu del juez, aunque lamenta que los avances no se
extiendan en otros ámbitos. "Creí que la determinación de De Campos iba a
generar un efecto contagio", dice un hombre que responde a Berni.
Tampoco tuvo réplica en el resto de los clubes la decisión
de Independiente en su intento de neutralizar el poder de su barra brava. A
Javier Cantero, el presidente, le soltaron la mano desde la AFA. La ex jefa de
seguridad del club Florencia Arietto denunció en la policía a la cúpula de la
hinchada e intentó demostrar con pruebas que sus referentes están vinculados al
sindicalista Hugo Moyano. "Pedí que en la causa se introduzca el delito de
evasión fiscal, porque las barras son una mafia que se maneja en el mercado
negro. Les bajan dinero a los pibes más jóvenes para hacer el trabajo sucio:
aprietes, vender drogas.", cuenta Arietto.
Tanto Moyano como su hijo Pablo suelen moverse con barras de
Independiente entre su tropa de guardaespaldas. Y también tienen llegada con la
de Boca. Maximiliano Mazzaro, número dos en el escalafón jerárquico y
actualmente preso en Ezeiza, fue hasta hace poco delegado gremial de camioneros
en la empresa de transportes Caccia e Hijos.
Un dirigente de Boca que conoce como nadie la seguridad
interna del club define a Mazzaro como el verdadero cerebro de "La
12". Y realmente era él quien enhebraba los acuerdos con policías,
políticos y sindicalistas. Fue tan así que devino en puntero del PJ en La
Matanza y en empresario dedicado a la importación y exportación, cuyo éxito, a
veces, dependía de sus contactos en la Aduana. Ausente Mazzaro, el liderazgo de
la barra recayó en otros personajes. Sucede así en Boca y en todas las
hinchadas del país. En las tribunas siempre habrá recambio.
En la Argentina, teorizadas como parte de la cultura del
aguante, las hinchadas se glorifican y se toleran peligrosamente sus vínculos y
negocios. Pero es difícil pensar que algo puede cambiar si hasta la Presidenta
confiesa en público, como lo hizo hace unos meses, su adoración por "esos
tipos parados en los paraavalanchas, que son una maravilla"
Fuente La Nación
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