Por Cristian Fernández
Por dónde arrancar cuando hay tanto para decir. Cuán
difícil es organizar la pasión y los sentimientos cuando además se mezclan con
broncas y tristezas. Sin embargo, sé cómo terminar y concuerdo, así, con
algunos que sienten igual, pero eso en unos párrafos.
El viernes ante All Boys se vio lo que todos temíamos,
o sea, un equipo entregado a la locura y a la desdicha de saberse golpeado y
herido de muerte. Gol en contra tempranero, pérdida de una pieza clave
(Vargas), insultos desde la tribuna, un DT sin reacción, un equipo abatido y
sin respuestas. ¿Algo más? Sí, dirigentes con autocrítica cuando las papas
queman mucho y el timón parece no lograr encaminarse.
Y, como ya habrán leído y escuchado miles de veces, el
Glorioso Club Atlético Independiente en el medio. El Orgullo Nacional, ése que
vos, yo y el que se pone al lado tuyo en la tribuna amamos con locura.
¿Entonces? Estamos hablando de descenso hace un rato y
no logramos escaparle. No sabemos cómo. Jugadores, hombres, juveniles, como
quieran llamarlos no han podido aún salvar el honor de esta enorme Institución.
Que gracias a Dios, y pese a que algunos reniegan de la historia, está de pie
por los cimientos de un pasado único y exitoso.
Claro que el alma de todos está destruida y las mínimas
esperanzas terminan depositando mucho en futbolistas, algunos, que no están a
la altura de este momento. Y no lo digo por la expulsión de Morel, un tipo con
mucha sangre al que se le peló un cable. Sino por aquellos que se esconden y
tienen la importancia suficiente en el equipo.
Desilusión a granel. Errores para recibirse de
Licenciado en las cosas que no hay que hacer. Problemas de los cuales aprender
para no volver a repetir. La refundación del club debe ser cierta y en todo
aspecto, no con el discurso honesto. Sí con las acciones. Somos una institución
deportiva y social que vive del fútbol.
Y, en este marco, quedan 11 fatídicos e infartantes
partidos. Finales del mundo en serio. Italia 90 no existe al lado de lo que nos
jugamos. Y así lo deben entender todos los responsables.
Hay una frase que siempre rebota en mi cabeza cada vez
que mi viejo me la dice: “A los problemas hay que enfrentarlos” y yo le agrego,
así le ganás un tiempo a la solución.
Y acá está llegando el final que prometí en el primer
párrafo… El Rojo tiene un problema grande y la solución exige dedicación pura y
compromiso enorme. Se puede, todavía se puede. Somos Independiente y por eso lo
digo. Tengo miles de hazañas que avalan mi afirmación. No bajemos los brazos.
El viernes hay otra batalla y tenemos que estar ahí, cada uno en su función y
teniendo como único objetivo salvar al club.
Me resigno a resignarme hasta que nos peguen el tiro
final. Sí, porque para matarme, para matar al Rojo, lo van a tener que fusilar
pero de pie. Independiente nunca se entregó. No lo entreguemos, defendámoslo
hasta el final, sé que lo lograremos. Así lo quiero creer.
Fuente Infierno Rojo
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