Por Eduardo Verona
Que un equipo sea una totalidad, de ninguna manera significa
deslindar responsabilidades específicas al momento de atacar y de ofrecer
respuestas sólidas y confiables en el área propia, donde es imprescindible
mostrar una imagen que Lucas Pusineri tendría que fortalecer.
Desde hace no poco tiempo, Independiente viene padeciendo
severos problemas futbolísticos que lo empujan al desaliento. Y las miradas más
o menos críticas y casi unánimes se enfocan sobre todo de mitad de campo en
adelante.
En volantes o interiores que elaboran poco, en punteros o
extremos que no desbordan y si desbordan ejecutan malos centros y en delanteros
o puntas con poco gol, aunque vale aclarar que Silvio Romero está demostrando a
pesar de su escasa movilidad para ir al encuentro de la pelota, que su
capacidad técnica para resolver en el área rival continúa siendo importante.
De hecho, en los 15 partidos que disputo Independiente en la
actual Superliga (tiene pendiente el encuentro ante River que se disputará el
próximo domingo 19 de enero), Romero convirtió 9 goles.
Esa lectura muy vinculada a las dificultades del equipo para
construir juego y definir, en realidad es un diagnóstico muy parcial.
Independiente viene fallando de manera sistemática de mitad de campo hacia
atrás.
A Lucas Pusineri no le debe pasar por alto esta gran
deficiencia que se fue profundizando partido tras partido y que de no
solucionarse a la brevedad le va a generar al nuevo entrenador problemas de
altísimo voltaje.
Para ser lo más claro posible: Independiente en función de
ataque ofrece respuestas discretas y a veces (pocas veces) aceptables. Pero
obligado a defender los espacios, su oferta individual y colectiva es realmente
pobrísima. Y por largos pasajes muy próxima al desastre.
No alcanza con señalar que le anotaron más goles (19) de los
que convirtió (17). Pero es un dato que no puede subestimarse. No es que
defiende mal. Directamente no defiende. No opone resistencias. No se protege.
No se cuida. Deja hacer. Libera zonas. Se desnuda ofreciéndose a que lo
victimicen. Y ni aún con el equipo en ventaja de dos goles, como ocurrió en los
cruces ante Lanús, Unión y Talleres de Córdoba, por citar algunos casos (hay
otros), logró ordenarse para achicar los márgenes de error, que terminan siendo
clamorosos y que le restaron demasiados puntos.
Esto no está relacionado con que pretenda ser un equipo
ofensivo. River es ofensivo pero no se suicida. Ser ofensivo no significa jugar
regalado en el fondo, como lo viene haciendo Independiente desde la última
etapa con el egocéntrico Ariel Holan, después con el vacilante Sebastián
Beccacece y luego con el interinato de Fernando Berón.
Ese perfil es el de un equipo totalmente descompensado,
desatento, disperso en la cancha y con una debilidad enorme para fortalecerse
en el área propia. Así, sin la mínima solidez ni convicción para hacerse fuerte
en las cercanías de su arquero uruguayo Martín Campaña, Independiente mostró
una imagen totalmente claudicante que se revela en las presencias de Fabricio
Bustos, Alan Franco, Nicolás Figal, Alexander Barboza, Juan Sánchez Miño y
Gastón Silva.
Todos ellos (salvo Silva, con algo de oficio en las tareas
de interceptar) marcan poco y nada. Defienden poco y nada. Y no es porque no
cuenten con el respaldo o el auxilio de compañeros que colaboren con esos
compromisos. El tema es que dan demasiadas ventajas operativas que finalizan en
goles del adversario. Y que desmoronan todas las posibilidades del equipo.
Ventajas inusuales que se van agudizando.
Hace varios años, ese extraordinario zaguero central que fue
Roberto Perfumo explicó que aquel Estudiantes que dirigió Osvaldo Zubeldía en la
década del 60, tenía una virtud destacadísima. Decía el Mariscal: “Nadie en
ningún momento se distraía. Especialmente, atrás. Era el equipo menos distraído
del fútbol argentino”.
Independiente, por su parte, camina por la vereda de
enfrente: debe ser, sin ninguna duda, el equipo más distraído y naif del fútbol
argentino.
Pusineri está obligado a atender esta vulnerabilidad extrema
atada a ingenuidades, desconcentraciones y ausencia de una actitud templada
para ser lo más expeditivo posible en cualquier contingencia del juego.
Seguramente le brindará una chance al central Francisco
Delorenzi (22 años, 1,81 de altura), quien regresó al Rojo luego de estar
durante una temporada a préstamo en el Deportivo Cali que en el 2019 condujo
Pusineri.
Por eso la necesidad imperiosa de darle al equipo una
presencia defensiva más firme y mucho más confiable no tendría que considerarse
un valor secundario. Es un valor central en este Independiente que tiene la
misma consistencia de un flan. La mayoría de las seis derrotas que acumuló en
la Superliga fueron consecuencia directa de una fragilidad y de una cadena de
errores muy difíciles de tolerar para cualquier entrenador por más comprensivo
que sea.
Es cierto, un equipo es un todo. Pero esta definición tan
abstracta como valiosa, inspirada en el plano colectivo, no les quita
responsabilidades a los encargados de defender. Esta misión es fundamental. Tan
fundamental como hacer goles. Si la misión de defender bien no se cumple, ni
aunque Independiente se reconvierta en el maravilloso Barça de Pep Guardiola o
en el Santos de Pelé podría rescatarse.
Fuente Diario Popular


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