Por Antonio Serpa
Cuentan que en una de sus muchas visitas a la Casa Rosada
para hablar de fútbol y demás, Hugo Moyano andaba por los pasillos acusando al
Gobierno de discriminación: “Si Estados Unidos tuvo un presidente negro, por
qué la AFA no puede tenerlo”, juran haberle escuchado gritar, defendiendo la
candidatura de su yerno, Claudio Tapia. Luego, con Chiqui ya consagrado, el ex
capo de la CGT sacó pecho y desafió a ver cómo “un barrendero” podía manejar
los destinos del fútbol argentino.
Pasado apenas un mes de la elección, el balance dice que
Tapia echó a Bauza de manera desprolija luego de ocultar torpemente su
decisión, siguió comportándose con desprolijidad en la contratación de
Sampaoli, no pudo convencer a Messi de que vaya a Suiza a presentar su descargo
por la sanción que le impuso la FIFA (hará una videoconferencia) y, ayer nomás,
tampoco pudo convencer a su suegro de que ceda a Barco al Sub 20 que se va a
jugar un Mundial.
En el caso del juvenil, gran parte de la responsabilidad es
de Independiente, que argumenta defenderlo de cierto destrato en la Selección
cuando en realidad le está cortando las alas con la tijera del egoísmo. Y en
esto tiene que ver Moyano y tal vez tanto o más Holan, que aparte de técnico
debería ser guía y formador de Barco. Pero también la AFA tiene su cuota parte
de culpa: sin leyes que lo avalen -no es obligatoria la cesión-, Tapia se
reveló incompetente para cerrar la historia con un final feliz. Moyano es un
animal político que ha sido un dolor de cabeza para varios presidentes de la
Nación. Tapia debe acostumbrarse a negociar con esa gente y a ganar las
batallas. Si no, no será fácil enderezar el Barco.
Fuente Olé

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