Por Nico Berardo
Jugaba en una canchita de pasto alto y arcos de caña. A los
18 años fue el héroe del Maracaná. La MLS lo espera. Conocé la historia de
Barco, la joya a extrañar.
"Mi sueño era jugar en una cancha que tuviera bien el
césped. Con eso me conformaba”.
La casa de su niñez era de tierra y chapa. No sobraba nada
en el hogar, pero tampoco faltaba. Omar se mataba en la fábrica de ollas y
Esther, empleada doméstica, se encargaban de darles todo lo que necesitaban a
sus cuatro hijos: María Eugenia, Paola, Cristian y Ezequiel. Este último,
admirador de Riquelme, se destacaba en la canchita de la esquina, donde los
arcos no eran de fierro ni de madera, sino de caña, y el pasto era alto y
desparejo, repleto de piedras. Había que ser guapo para tirar caños. Y él lo
era.
Ligaba patadas pero no le importaba. Incluso aprendió a no
quejarse. A pararse y seguir jugando. Tenía coraje. Lo demostró en su primer
club: Ingeniero Mosconi.
Luego haría una escala en Central Córdoba antes de llegar a
la Asociación Atlética Jorge Griffa, su trampolín para llegar a Primera. A las
canchas de elite. Al pastito parejo, húmedo, para jugar al ras como a él le
gusta.
Barco probó suerte en River y en Boca, pero no quedó. Se
testeó en Argentinos, Ferro y Gimnasia, y casi queda en Banfield. Pero cuando Jorge
Griffa agarró las Inferiores de Independiente, su destino final fue Avellaneda.
Mejor dicho, Villa Domínico, donde está ubicada la pensión del club.
Allí jugó en Séptima y Sexta, antes de que Gabriel Milito lo
promoviera a Primera justo cuando Newell’s ya pensaba contratarlo.
El ex entrenador de Independiente no sólo lo hizo debutar.
Le explicó cómo moverse, cómo perfilarse, cómo desmarcarse. Lo educó. Lo nutrió
de todos esos conocimientos que explotaría -sin saberlo, claro- en plena hierba
del Maracaná. Con Ariel Holan se volvió indiscutido. Tanto que, a pesar de ser
parte del Sudamericano Sub 20 de enero, luego quedó excluido del Mundial de
Corea. Con el tiempo se convirtió en símbolo de un equipo al que pertenece hace
493 días y al que le dio un título internacional pateando el penal del 1-1 ante
Flamengo.
Una pavada si se toma en cuenta que embocarla en aquel
potrero de Gálvez era mucho más difícil, ¿no?
Barco celebra su gol, el del 1-1, el de la Sudamericana.
Pero ahora, coronado de gloria, ¿qué va a pasar con él?
Ricardo Enrique Bochini, otro que supo jugar de 10 y brillar
en América vestido de traje rojo, lo elogió.
Holan catalogó de “insólito” que su destino sea EE.UU. Pero
no hay vuelta atrás. El Atlanta United de Gerardo Martino, una de las
franquicias -clubes es otra cosa- de la MLS pagará 12.000.000 de dólares para
quedárselo. Allá tirará lujos en un césped parejito, mientras en el
Libertadores extrañarán sus lujos de potrero...
Fuente Olé
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