Vistas de página en total

jueves, 14 de diciembre de 2017

Llorar por Independiente


Foto Prensa Oficial

Por Ramiro Santinelli

El fanatismo por un equipo de fútbol es una enfermedad incurable. Te lastima, te come por dentro y te obliga a cometer locuras. Te hace perder la razón, la objetividad, te cambia el humor y le resta importancia al resto de las cosas. Te condiciona.

Es una patología que, en contraparte, te llena el alma, que te regala las más grandes alegrías y te llena de orgullo.

Te convence de entregarte a pleno por tu pasión.

Te da un fin por el cual levantarte cada mañana, te endulza los días y -simplemente- te hace bien.

Todo eso, lo positivo y lo negativo, la felicidad y el sufrimiento, todo, es lo que me provocó Independiente en los últimos años de mi vida.

Un día pasó lo que nunca creí que pasaría. Lo que siempre me dijeron que no le podía pasar a Independiente. Nos descuidamos, nos dejamos estar y te juro, Rojo, que me rompiste el corazón. El odio será eterno para quienes nos llevaron al fondo del mar. Para los que nos hicieron sufrir, para los que nos cagaron un año y mancharon la historia del Rey de Copas. Para los que nos arrancaron las más dolorosas lágrimas. La tristeza fue inconcebible pero si algo sé en esta vida es que de los errores se aprende y que cuando tocas fondo solo te queda tomar impulso y salir a flote.

El retorno se consiguió y ese dolor se guardó bien adentro. Se escondió en lo más profundo, en las fibras más internas, esperando salir a la luz el día que, en un desahogo único, viera a mi Independiente campeón. Y ese momento finalmente llegó. Me quebré desde el momento exacto en que vi al juez colombiano finalizar el partido.

“Se terminó”, pensé. Se terminó esta época de mierda, estos tiempos de conformismo, de ver festejar a otros, esta era de promesas incumplidas. Soñé con esto en cada minuto de los últimos cuatro años. Moría por liberar esa angustia. Daba todo por sentir algo de toda esa gloria que este club supo tener.

Si me preguntás si tanto dolor valió la pena, no podría responder. Realmente no lo sé. Sólo puedo decir que aquel sufrimiento fue inversamente proporcional a la felicidad que me atraviesa hoy. Puedo decir que la emoción perdura aún en el momento en el que estoy escribiendo estas líneas.

Que fui a nuestra sede a festejar y en más de un momento me frené para ver a mi alrededor, para tomar consciencia de lo que estaba pasando; para mirar a la cara a mis amigos, jóvenes como yo, que también vivieron las más pálidas. La alegría todavía me brota por los poros. Veo camisetas rojas por todos lados y las sonrisas van de una oreja a la otra.

Me siento orgulloso de haberme bancado todo lo que me banqué. De haber amado estos colores en las malas, en las peores. Me siento honrado por los jugadores que me representan, que juegan un fútbol bárbaro y se entregan al máximo por esta camiseta.

Estaré eternamente agradecido al Profesor, al creador de este sueño; al hombre que nos devolvió la mística y puso de pie a este club maravilloso. Este día nunca será olvidado. Siempre recordaré las lágrimas que me provocaron.

¡Salud, campeones! Pasaron a la historia del club más lindo del universo y mi consejo es simple: quédense, que esto recién empieza.



Fuente De la Cuna al Infierno

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.