Que Independiente se haya consagrado campeón de un nuevo
torneo internacional no es mera casualidad. Y si bien hay una multiplicidad de
factores que incluyen, uno de ellos es fundamental y, si se quiere, trascendental
para que todo esto esté sucediendo: Ariel Holan.
Ariel Holan es el artífice de la gloria. Llegó al club en un
momento de descreimiento, de decepción y desolación, porque el Rojo no podía
dar ese saltito que lo vuelva a poner en las primeras planas. Jugadores que
entraban y salían, técnicos que hacían campañas prometedoras pero luego se
pinchaban, y siempre quedando en el camino en todos los certámenes que se
jugaban.
Ariel Holan acomodó las piezas, sacó con muchísima humildad
y respeto a aquellos futbolistas que consideró prescindibles y sin grandes figuras
armó un equipo muy ofensivo y punzante. Frágil y con floja definición, es
cierto, pero muy competitivo y complicado.
Pero el entrenador de Independiente logró algo más. Algo que
hacía muchísimo tiempo no se lograba. Holan pudo generar una inédita comunión
entre plantel, cuerpo técnico e hinchas. Con una convicción inmensa, un lema
bien marketinero y muchísimos símbolos apelando a la historia, Ariel transformó
Independiente. El saludo histórico, la constante presencia de viejas glorias,
la participación de los jóvenes. En fin.
Ariel Holan es de Independiente. Ariel Holan es
Independiente. Y eso también contagia, eso también invita. A que soñáramos, y a
que ahora sigamos soñando por más y más gloria.
Fuente Infierno Rojo
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