Por Sebastian Saco
Independiente se juega el partido más importante de los
últimos 7 años. Y si tenemos en cuenta lo que puede significar a futuro, es el
más trascendente desde la Supercopa de 1995.
Lo del Rojo no es casualidad, el club no está en un proceso
de destrucción como en 2010 cuando ganó la Sudamericana.
Aquello fue un oasis en el medio del desierto, un milagro
que duró un par de meses. Un título que después no llevó a nada: vinieron
jugadores falopa, se despilfarró la plata obtenida, se perdió la Supercopa
contra Internacional y quedamos eliminados en la fase de grupos de la
Libertadores. Ese plantel fue uno de los responsables del posterior descenso.
No había identificación alguna de los hinchas para con el plantel y del plantel
para con la camiseta.
Décadas de malos manejos dentro club le succionaron el alma
al hincha. Se perdió la identidad, la paciencia, el sentido de pertenencia, la
confianza. Los jugadores propios no se identificaban con el club y los rivales
nos perdieron el respeto. El club dejó de ser social para convertirse en uno
que a gatas tenía donde entrenarse. Nada bueno puede salir desde ese contexto.
Lo del equipo de Holan es muy diferente. De un tiempo a esta
parte Independiente comenzó un proceso de reconstrucción de identidad y el DT
es una de las piezas claves del mismo.
La final del miércoles es clave en lo que el Rojo tiene por
delante. Desde el armado del plantel, la confianza de los hinchas y hasta el
proyecto que Holan y su cuerpo técnico quieren llevar adelante.
Sin embargo, nada de ello debería estar en riesgo.
Independiente goza de una salud deportiva que hace mucho no
tenía y que no puede desecharse por un mal resultado. No es por abrir el
paraguas, porque este plantel nos brinda la seguridad de que se va a plantar
mano a mano con cualquiera y nunca te va a dejar a gamba, pero en el caso de
que la suerte no nos acompañe el equipo no debe desarmarse, los hinchas no
deben caer en la miseria de defenestrar a estos jugadores y Holan debe seguir
al frente del equipo.
El resultado del miércoles no debería modificar la política
de refuerzos, ni la cantidad de ventas para que no se desarme el plantel, ni la
apuesta en los juveniles, ni mucho menos se debe dejar de lado la
reconstrucción del sentido de pertenencia. Si Independiente gana, se le abrirán
muchas competencias de cara al futuro y deberá apoyarse en lo que tiene y potenciarlo
con trabajo y nombres. Pero en el caso de un mal resultado, deberá hacer lo
mismo. No hay motivo para tirar a la basura todo lo bueno que se estuvo
haciendo hasta ahora.
El 2017 fue bueno y aún puede ser mejor, pero en el 2018 no
se puede salir de este camino.
Es por acá, compañeros.
Un técnico que entienda lo que significa el club, juveniles
y jugadores de jerarquía identificados con la camiseta e hinchas que se sientan
representados por lo que ven en la cancha. Eso no lo podemos perder el año que
viene.
Fuente La Voz del Diablo
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