Por Eduardo Verona
La reivindicación de Agüero
Muy cuestionado y hasta vapuleado por el ambiente del fútbol
argentino en su última etapa en la Selección, parecía que a Sergio Agüero le
iba a costar demasiado volver a reencontrar su fútbol con la camiseta
albiceleste. Sin embargo, en el 1-0 ante Rusia se vio que el Kun es una opción
sin equivalencias como primer punta. Al gol que conquistó le sumó su
versatilidad ofensiva para interpretar la progresión de la jugada con o sin la
pelota
Supo decir Daniel Passarella cuando ejercía como entrenador
de la Selección argentina entre agosto de 1994 y julio de 1998: “Los
periodistas son los únicos invictos, nunca pierden”. ¿A qué se refería el
Kaiser? A que los periodistas nunca iban a reconocer que se habían equivocado
en algún análisis, en alguna observación muy crítica o muy elogiosa o en alguna
información brindada que después la realidad (que no siempre es la única
verdad) se encargaba en desmentir.
No se había equivocado Passarella en su comentario
confrontativo con la prensa. A los periodistas nos cuesta horrores asumir que
la pifiamos. Porque nadie se salva. Todos, un poco más o un poco menos, la
pifiamos como lo hace cualquiera en cualquier profesión y en cualquier
circunstancia. Y a eso apuntaba con una ironía inclaudicable ese extraordinario
jugador, buen técnico y pésimo presidente de un club que fue Passarella cuando
hablaba de los “únicos invictos”.
Hay que apelar a la sinceridad más rotunda: en el marco de
la Selección, con Sergio Agüero existieron mayoría de juicios de valor
lapidarios, planteando de manera directa que ya no tenía ningún futuro con la
camiseta argentina. Que su ciclo estaba fatalmente cumplido. Que había que
pensar sí o sí en otras opciones para reemplazarlo y acompañar a Messi en el
centro del ataque.
Pero no fue así. El Kun Agüero, aún sin brillar, demostró en
el 1-0 del último sábado frente a Rusia que su juego y versatilidad para
interpretar la función de primer punta no tiene equivalencias entre sus pares del
fútbol argentino.
Se lo vio intacto, lúcido y veloz como hacía bastante tiempo
no se lo veía en la Selección. Capaz de autogestionarse una maniobra de gol a
favor de su manejo y desequilibrio y de meter pelotas profundas y precisas para
sus compañeros que llegaban desde atrás.
No es que descubramos ahora las calidades técnicas
estupendas que siempre reveló Agüero desde que debutó en la Primera de
Independiente el 5 de junio de 2003 ante San Lorenzo. Pero este reencuentro y
reivindicación en la Selección llegó en un momento oportuno, después de los más
variados cuestionamientos que recibió luego del Mundial en Brasil y de las
Copas América de 2015 y 2016. Cuestionamientos muy razonables algunos de ellos.
Y otros, mucho más próximos al show vulgar y bizarro que a la palabra más o
menos inteligente y fundamentada.
Sin producir contra Rusia una actuación de alto vuelo,
Agüero dejó en claro que a los 29 años (los cumplió el 2 de junio) continúa
siendo un protagonista demasiado valioso como para que la Selección no lo
considere.
Porque él encierra las facetas de un punta que sabe hacer
todo bien o muy bien. Ese perfil de atacante que entra y sale del área con
naturalidad para irse al gol o para descargar con precisión y malicia
futbolística una pelota al pie o al espacio, no es una característica muy
extendida. Por el contrario; es una virtud muy poco frecuente que lo convirtió
en uno de los delanteros más eficaces y más completos del mundo.
Este Agüero filoso y potente que reapareció contra Rusia,
sin dudas, es el Agüero que la Selección y el entrenador Jorge Sampaoli
necesitan. Esto por supuesto no significa que por 90 minutos bien construidos
ya se ganó la titularidad y que va a ser el primer delantero de Argentina en el
Mundial.
Pero las señales evidentes que dejó después de un período de
sombras, nadie las va a subestimar. Messi, tampoco.
Fuente Diario Popular
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