Por Nicolás Rotnitzky
Chile estrelló a su generación dorada. Juan Antonio Pizzi
pagó los platos rotos y tampoco pudo manejar a un grupo de futbolistas
talentosos pero descontrolados. Los éxitos en las Copas Américas no se
cristalizaron en las Eliminatorias
Chile, entre una denuncia escandalosa y el posible adiós de
Vidal
En Chile los éxitos pasaron como diapositivas fugaces.
Ganaron dos Copas América en dos años y llegaron a la final de la Copa
Confederaciones hace pocos meses. Jorge Sampaoli asustó a Brasil en su Mundial.
Tuvieron a Marcelo Bielsa que, como dicen los chilenos, "les enseñó a
creer". Hace diez años disfrutaron a una generación brillante que llegó a
la semifinal del Mundial sub 20 de Canadá. De esa camada surgieron Alexis
Sánchez, Arturo Vidal y Gary Medel, tres apellidos ilustres en la historia del
seleccionado.
Una pesadilla en San Pablo lo derrumbó todo hace dos días.
Mirar el pasado de la selección chilena no funciona como un
argumento válido para explicar el presente. La ausencia en Rusia tiene otras
razones. Algunos periodistas culpan a Juan Antonio Pizzi. Dicen que el
argentino no tuvo el control del plantel. Lo acusan de no haber tenido mano
dura. Lo acusan de no haber castigado a Vidal cuando se fue de la concentración
para jugar en un casino. Lo acusan de no haber sancionado a Mauricio Isla cuando
lo detuvieron manejando borracho. Lo acusan de no haber separado a Alexis
Sánchez cuando agarró el celular en el entretiempo del partido contra Paraguay
que culminó en una derrota por 3-0 que, al final, salió muy cara. Lo acusan a
él, extranjero al mando de la ilusión de todo un país, por errores cometidos
por los propios futbolistas. Por no encarrilar un grupo habituado a
desbarrancar.
Pizzi perdió la autoridad en Estados Unidos. En la fase de
grupos de la Copa América Centenario, el plantel lo encaró en una reunión. Se
quejaron porque no estaban convencidos con el estilo de juego que planteaba el
entrenador. Querían -y pedían- cambios. La revelación trajo resultados
positivos. Primero despegaron con la apabullante victoria contra México, y el
camino terminó con la definición por penales ante Lionel Messi. Ese título le
dio crédito a Pizzi ante la rabiosa opinión pública. Pero se lo quitó en el
vestuario. El saldo fue desfavorable.
Andre Penner / AP PHOTO
A partir de su renuncia, la gestión del ex técnico de San
Lorenzo quedó enterrada. Su lápida no le reconocerá la Copa América. Ahora los
directivos miran hacia el futuro. El horizonte es negro. Vidal tiene 30 años y
Sánchez los pisa. Llegarían a Qatar con 35 y 33, respectivamente. La ANFP no
puede proyectar sobre las carreras de dos futbolistas dorados que ensayan sus
últimos actos. Para encabezar la renovación, los dirigentes sueñan con Manuel
Pellegrini. El Ingeniero es un anhelo y una cuenta pendiente. Trabaja en el
fútbol chino, donde fue a planificar su jubilación en una competencia sin
competencia, en un torneo con más dinero que desafíos. Para repatriarlo hay que
desembolsar una millonada acorde a su contrato desorbitante.
Pellegrini está grande: cumplió 64 años y en Qatar tendría
68. Otros medios hablan de Eduardo Berizzo, entrenador del Sevilla, campeón en
el campeonato chileno y mano derecha de Bielsa durante el proceso que cambió la
historia. También aparece Marcelo Gallardo. Lo ven como un candidato potable
por su gestión revolucionaria en River. Gallardo podría hacer la transformación
que necesita el fútbol chileno.
Arturo Salah, presidente de la ANFP, no quiere "tomar
decisiones en caliente". La esposa del arquero Claudio Bravo cargó contra
"jugadores que entrenaban borrachos", y Vidal confirmó su continuidad
después de amenazar con una renuncia. El vestuario chileno es un infierno. Los
futbolistas son bestias con vidas desordenadas. Ese desorden se notó en el
campo de juego. Chile es un equipo incontrolable compuesto por un vestuario
descontrolado. Lo que necesitan es un diablo capaz de gobernarlo.
Fuente Diario Popular
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