Por Lucas Campos
-No se puede pasar con un perfume, pibe. Encima es de mina-
Me ladró el policía , hincha del vecino o quizás no, en la cara. Afirmación que
tuve que retrucar al decirle que se quede tranquilo, que el perfume era de
hombre y que yo no era de los que se encargan de suspender los partidos. Y con
mi carnet de prensa, enfilé pal fondo y respiré bien fuerte una noche de pura
Copa y de puro Independiente.
Un Independiente que caminó hasta el circulo central y le
levantó las manos a un destino que le quería pisar la cabeza. Que le quería
robar los caramelos y mojarle otra vez la oreja. Un viejo colega, a mi lado, me
dijo, con la mirada, que daba gracias por estar nuevamente presente en una
noche copera. Sus ojos brillosos reflejaron unos primeros minutos en donde el
Rojo no la vio ni pintada, diría el viejo.
Después de que durante 5 minutos la defensa se arme un
cambalache en el fondo, Benítez se inspiró y tras dejar a tres en el camino lo
habilitó a Fernández. Este último la agarró con todo el cachete interno y la
pelota sobrevoló y bajó más rápido que nuestra vista, que ya se enfocaba en
Leandro bailando el 1 a 0 parcial. Lo que no sabíamos, era que la noche nos iba
a hacer bailar a nosotros.
Y si de algo hay que morir, que sea de fútbol nomás. La
segunda parte nos sirvió en el plato la expulsión de Tagliafico. Los once de
Atlético Tucumán, como once bandidos rurales, vivos nomá, aprovecharon el
primer latigazo del destino en contra del Rey y montaron a caballo. El primer
puñal en el estómago fue el penal errado por Fernández y el tercero, el rebote,
del mismo penal, también fallado por el delantero.
En una de esas, el destino le vendó los ojos al juez, que
cobró un increíble penal a favor de los tucumanos. Juro por Dios, o por el
Diablo, que aquellos minutos olieron raro. Olieron a mierda. Esa mierda que hay
que sacársela de encima de una vez por todas y mandarla a la mismísima mierda.
Gol del Pulga, el destino apuñalaba otra vez el alma. Pero no, el Diablo empezó
a meter la cola y el juez hizo patear nuevamente el penal. Y de paso, yo soplé
tres veces al cielo, por que mi viejta, alguna vez me dijo que sople los miedos
al viento y les juro, que esta vez no me alcanzaban los soplos. Allí fue el
Pulga, y detrás, un arquero amarillo, que tiene las manos tan grandes como el
corazón, voló hacia la derecha y le sacó una sonrisa a un chiquilín que estaba
en la platea, quien estaba llorando, hasta ese momento. "Vamo uruguayo viejo y
peludo noma!" Se escuchó en el rincón de la Bochini baja.
El match seguía 1 a 0. Y el olor a mierda se empezaba a
mezclar con un hermoso perfume de mujer. Uno de olor a copa, de olor a
historia, de olor a Independiente. Y en ese olor a Independiente, el viejo de
boina me miró y me suspiró
–Vamos Rojito, por favor- Y el corazón ya no
aguantaba más,y ya no había más cigarrillos. Nada de nada. Y Benítez fue.
Y Benítez fue. Fue y pensó en los hinchas. Fue y pensó en el
viejo. Fue y pensó en los chicos, en la historia, en Independiente, en Holan,
en su vida, en los fracasos y en las sonrisas y también pensó en que había que
pegarle una buena patada en el culo a aquel destino que hace rato se nos cagaba
de risa en la cara. Fue y pateó, pero antes de patear, se acordó lo hermoso que
es gritar un gol de Independiente. Y la pelota viajó por la retina de todos y
como la arena de un reloj, fue cayendo sobre el palo izquierdo de Luccheti. Gol
de Independiente .
Todos nos abrazamos. Muchos lloraron de alegría y otros de
bronca por haber pateado el tablero del mal destino. Pero la felicidad no era
solo clasificar. La felicidad era saber que habíamos cambiado la historia, que
nos habíamos rebelado a lo que nos imponía el destino. Que eramos el Rey De
Copas, carajo. Que habíamos saltado un escaloncito más.
Final del partido. Como un manto, el perfume de mujer inconfundible
se instaló en los cuatro costados del estadio.
De la mano, Independiente y la
Copa habían vuelto a escribir otra página en la historia del fútbol. En un
partido inolvidable, en donde el Rojo, con uno menos, se rebeló ante la
imposición. Porque la imposición es una sola, como el título, de Rey De Copas.
Fuente De la< Cuna al Infierno
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