Por Matias Carusso
A comienzos de este año estuvo a punto de pasar a Belgrano
porque no iba a ser tenido en cuenta. Pero él pidió quedarse y el tiempo le dio
la razón. Diego Rodríguez Berrini tuvo un semestre irregular con Gabriel Milito
pero se transformó en una pieza clave del equipo de Ariel Holan.
¿Cómo lo hizo? El factor principal lo explica el esquema. La
mejor versión del uruguayo fue cuando jugó de doble cinco, tal como sucedió en
2014. Con el Mariscal se desempeñó la mayoría de las veces como único volante
central pero con Holan lo hizo siempre acompañado.
El Torito venía de una larga inactividad y falto de fútbol y
las responsabilidades lo abrumaron. Casi nunca logró estar preciso tanto en la
marca como en la distribución e Independiente lo notó. Mermó su nivel, perdió
terreno y se convirtió en un jugador prescindible para Holan. Claro, las
llegadas de Nery Domínguez y Walter Erviti suplirían las de Jorge Ortíz y el
charrúa, quien a último momento optó por quedarse.
Rodríguez empezó jugando porque no había llegado la
habilitación de Domínguez y su buen rendimiento obligó al técnico a mantenerlo
entre los once y sacar a Erviti, quien alternó más malas que buenas. El Torito
ganó en confianza, se destacó por el trabajo sucio, mejoró en la distribución y
encontró en el ex Rosario Central a su complemento ideal. Incluso en el último
tiempo se lo vio en mejor nivel que antes de lesionarse.
En el certamen jugó 23 partidos -22 como titular-, anotó un
golazo ante Patronato y se caracterizó por ser, sobre todo este año, la rueda
de auxilio de un equipo muy agresivo. Y si bien hoy quieran utilizarlo como
figura de cambio para traer a Iván Marcone, cabe destacar que el uruguayo supo
reinventarse, equilibró al Rojo y terminó siendo imprescindible para Holan,
quien lo guardó contra Aldosivi para poder estar contra Boca. Motivos
suficientes para mantenerlo en el plantel para la próxima temporada.
Fuente LxR
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