Por Ramiro Santinelli
Si los partidos duraran 45 minutos o si Independiente
hubiera mantenido el nivel del primer tiempo, seguramente el título de esta
columna sería “Paladar Negro”. Claro, haciendo referencia a la bella camiseta
negra que vistieron los muchachos, pero también relacionándolo con lo que se
vio en la cancha: Fue un baile. El equipo aplastó a Deportes Iquique en
actitud, juego, intensidad, despliegue y -fundamentalmente- en el marcador. Fue
lo mejor del Rojo en el último tiempo y lo coronó yéndose al descanso ganando 4
a 0.
El complemento fue otra historia. Lejos de ser inferior al
visitante, arrancó con un Independiente más pasivo, más calmo, que se propuso
esperar al conjunto chileno para luego aumentar la ventaja de contragolpe.
¿Fue, acaso, una decisión acertada? Puede que no. Deportes Iquique es un equipo
superable y se lo pudo haber liquidado con la posesión y dominación de los
iniciales 45′. Pero, ¿quién puede negar que Independiente es especialista en
mantener el cero replegándose y destrozar contrincantes explotando los
espacios? De hecho, los de Holan llevaron a cabo repetidos ataques -la mayoría
en pies de Barco- en los que se falló el último pase, la habilitación al
jugador libre para marcar el tanto. Pases que suelen no errarse. Además, hasta
el accidental penal -si es que fue penal, me quedan dudas- de Tagliafico,
Campaña no tuvo trabajo por hacer. Incluso luego del primer descuento, Iquique
tan solo generó dos chances claras: el segundo gol, producto de una gran
desatención de la defensa roja en un córner, y la oportunidad previa a ese tiro
de esquina, que tapó el arquero uruguayo.
Si hablamos solo del vaso medio lleno, lo de anoche fue otra
muestra de que Independiente no debe vender, no ahora. El equipo es muy
competitivo, representa al hincha y está convencido de la idea del entrenador.
Hay que potenciarlo, respetar la lupa de Holan y su grupo de trabajo. El Rojo
es uno de los rivales más complicados de esta Copa Sudamericana, y eso lo
convierte en un candidato, más allá de que la llave haya quedado abierta.
Independiente es un gran equipo que a veces se destiñe por su inexperiencia o
falta de recambio. Hay que limar esas sobras.
En análisis, una vez más debo destacar a Bustos. Admito que
es mi debilidad. Juega exactamente como quiero que juegue el lateral derecho de
mi equipo. Mejora partido a partido y parece que su crecimiento no tiene techo.
Es muy lindo que esto lo produzca un futbolista proveniente de inferiores. Otro
caso es el de Franco. El central anoche redondeó una excelente performance. Si
bien tiene equivocaciones menores, juega como si tuviera 100 partidos en
Primera. También, fue bueno lo de Togni, el delantero que se desenvolvió de
lateral izquierdo. No sufrió en defensa, aportó intensidad y se proyectó con
criterio al ataque. Tampoco quiero olvidarme de Rodríguez, el Torito demostró
que el Rojo tiene cinco y no necesita a Marcone. Funciona de gran manera cuando
juega con Domínguez -quien no debió haber salido de la cancha-. De todas
formas, la buena noticia de la jornada estuvo en el ataque: Volvió Leandro.
Volvió con gol, con picardía y con velocidad. Y, ¿cómo no mencionar el pase
deluxe que propició el gol del pibe Barco? Es importantísimo el regreso de
Fernández para este grupo, cuya falencia es la definición.
En definitiva, la ida dejó un sabor agridulce. Independiente
pudo haber ganado por más goles y mantener la valla invicta, pero algo de
imprecisión y unos pocos errores le dieron vida a Deportes Iquique. La serie ya
no está liquidada. Ahora, habrá que ir a la altura con la intensidad, eficacia
y paladar negro del primer tiempo. Ah, y con refuerzos, esperemos.
Fuente De la Cuna al Infierno
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