Cantero sabe lo que quiere; Bebote, también; y, en el medio,
aparece lo más inquietante: la gente, el socio anónimo que sólo ve su camiseta,
roja como el corazón; ¿quién lo cuida?; esperemos que todos.
Por Francisco Schiavo
La guerra entre el presidente de Independiente, Javier
Cantero, y la barra brava está declarada.
No es cuestión de usar términos grandilocuentes.
Así lo definió el propio dirigente.
En ese contexto y con
sus alcances.
De esa misma manera le contestó Pablo "Bebote"
Álvarez, que se define como líder de los hinchas.
Fue el mismo que en enero pasado presentó la "renuncia
indeclinable" como si de un cargo se tratara.
Como si, al fin de cuentas, alguien lo hubiera elegido en
una democracia de mayorías para un cargo ficticio.
Es uno u otro.
A la larga o a la corta, así será.
No queda espacio para el paso hacia atrás.
Cantero, más allá de los errores, de haberle regalado
alrededor de 10.000 pesos en banderas a la barra brava en febrero pasado, sabe
lo que quiere.
Bebote, también; en medio de la impunidad, no se conforma.
Como actores principales quedan los organismos de seguridad.
Esos tantos políticos que, de palabra, al menos, respaldaron al presidente de
los Rojos.
Y, en el medio, aparece lo más inquietante: la gente, el
socio anónimo que sólo ve su camiseta, roja como el corazón. ¿Quién lo cuida?
Esperemos que todos.
Hubo mensajes. Sonaron alarmas. Hay miedo. Pero que no se
dude. Lo más importante es y será el hincha sin un nombre propio, con escaso
recurso más allá de su aliento de tribuna.
Difícilmente le pasará algo a Cantero o su familia, con
tanta exposición en los medios. Y en el mismo caso podría encuadrarse a
Álvarez, salvando las distancias, claro. Pocos se animarán a meterse con él.
El tema será no olvidarse del resto. No dejar a un costado a
esos chicos que, de la mano de una maestra, ayer evacuaron el colegio de
Independiente por una amenaza de bomba en una lucha que no les corresponde, de
la que poco comprende su inocencia. No es justo para ellos. Tampoco es justo
para aquel hincha de Arsenal, calvo y robusto, que el sábado pasado recibió un
piedrazo que le abrió la cabeza. Nadie lo cuidó. Ni a él ni a esos hinchas que
corrieron entre tanto desconcierto y confusión en Sarandí, el sábado pasado, en
medio de la "primera batalla", como definieron ambos bandos: Cantero
y los barrabravas.
Pocos saben cuántos miembros tiene la comisión directiva de
Independiente. A ellos, enrolados detrás de la causa de Cantero, también hay
que protegerlos. En voz baja ya se habló de amenazas para el resto de los
dirigentes. Por miedo, nadie las confirmó. Que no queden al descubierto en un
terreno y descampado. Todas son partes de un conflicto en el que muchos se
enrolaron.
Cuidado con las víctimas sin apellido.
fschiavo@lanacion.com.ar
Fuente La Nación
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